lunes, 3 de noviembre de 2008

PRECISAMENTE EN ESTE CAPÍTULO, QUE VIENE ENTONCES A SER EL DÉCIMO, NOMEOLVIDES SE SUELTA EL MOÑO.

UNOS YA DUERMEN Y OTROS COMIENZAN A DESPERTAR.

COMENZÓ LA RUMBA.

No pareces muy intranquilo ¿le estabas haciendo caso al señor Gustavo? Porque me parece que las cosas que decía son justamente el tipo de cuento que te echa a perder la vida ¿no?..., bueno, la verdad es que le estaba parando a medias, tú sabes, lo que pasa es que el señor Santos tiene una cajita iluminada con, sí, sí, dos faritos, uno rojo y uno verde, y a que lo relacionaste con puerto…, a ver ¿el santo entraba o salía?..., ¡ah no! No me la calo ¿hasta cuando tú dices lo que yo pienso? Te me pareces en más de un modo a la Bombi del cuento, pero rubia, más bien…, todas la mujeres que lo son sin oponerse resistencia a sí misma se terminan pareciendo a ella por lo menos en algún modo…

¿Por qué tenía que intranquilizarme por lo que decía el señor Gustavo?..., porque tienes dos hijas que en cualquier momento empiezan a atraer muchachos a la casa…, ah, por eso no hay problema, ya compré los cartuchos de escopeta con plomito güirirí para corretearlos…, sí luís…, jajaja…, tú, que eres incapaz de matar una mosca, eso sí, de darle patadas al perro sí, pero de ahí a matar una mosca… Y hasta razón tienes ¡caray! Lo que pasa es que cuando estaba chamo vi, junto con mi hermano, una película relacionada con una mosca y una maquina que teletransportaba o algo así a un científico cuya novia se llamaba CECI, y bueno, se metió una mosca en el momento de la prueba y terminó saliendo una mosca con cara de gente que decía “CECI ayúdame, CECI ayúdame”, y bueno, no te cuento más, pero cada vez que voy a matar una mosca me parece que grita…, y bueno, lo que te dije: no te cuento más…

Las intelectualizaciones de tus manías me matan de risa: di que te dan asco, o que eres incapaz de darle porque eres muy lento…, qué carrizo, di lo que tú quieras, pero no puedes molestarte porque a mí me da risa la vaina… No, si no me molesto. Yo sé que tú sabes, pero ¿no es más divertido así?

En fin: ¿a qué te referías con que debía haberme inquietado con lo que contaba anoche el señor Gustavo?

Nada, esta noche el señor Santos te echa el cuento de lo de la virgen portuaria esa que tiene con balizaje y todo para que te puedas concentrar, y luego le oyes bien lo que sigue a Don Gustavo, perdón, sin don…, jajajaá, y luego hablamos ¿te parece?

Okey… Por cierto que ya debe estar sentado en su silla pegándole gritos al adoquín para que le sirva ron a cuenta mía, pero como yo dejé dicho que si yo no estoy no le despache ni una gota a mis costillas…, luego se emborracha y no nos cuenta nada…, por cierto, aquí está el grabador que me pediste, pero no traje ni las pilas ni la cinta…

Yo las traje, no te preocupes…

¡Respetadísimos señores! ¡señor! ¡señora Octavia! ¡sean bienvenidos a este tugurio en el que no me quieren despachar ron por orden suya! Este negro pajúo ¡perdón señora Octavia! El auquénido pretoriano de los alcoholes de mi alma, no me quiere servir porque usted y que le dijo que no lo hiciera…

Señor Gustavo, no se preocupe, ahora que estamos aquí, bueno, aquí también viene su botella…, lo que pasa es que luego se nos pasa de grado y no le entendemos el cuento, pierde cronología y hoy precisamente la necesitamos con mucho interés, además…

Bueno, mi bella dama, con el perdón de mi señor aquí presente, por ser usted no me disgusto, y siéntense, pónganse cómodos que ya me lanzo con lo que sigue porque aunque el adoquín se auque este no me dio nada, ya yo traía mi carterita bien alojada entre pecho y espalda. Déme que me seco dos vasitos y arranco en fa…

Se acuerdan que Atalayo se ensombreció viendo a su hija saliendo en busca de pelea, o bueno, lo que uno llama pelea para no ahondar en detalles que luego suenan mal y la verdad es que este negro pendejo no logró hacerme arrechar lo suficiente como para que no me importara. La cosa es que llegaron el poco de pelúos en moto y el ruido que producía el ir y venir de los enormes V2 escape libre que se agolpaban frente a la casa de los Paredes Rojas parecía más bien el fragor aumentado del río que desbordaba y rompía un dique de piedras, justo en el momento de hacerlo.

¿El qué? Me sonó a fregadero…, no le entiendo señor Gustavo, hábleme claro…

No, si no es con usted. Ni falta me hace que me entienda…, ¿por qué no me entendió usted hace media hora cuando le rogaba un roncito para calentar motores? Ahora se me jode usted por inteligente…

Le decía que este rugido continuado se detuvo de golpe en el momento en el que Nomeolvides salió de la casa ataviada con toda ley para el caso y se paró encima del antepecho que separaba el jardín de la acera.

¿El ante qué?

¡Que se calle!¡nojoda!¡ya me va a hacer arrechar! De ahora en adelante le hablo lo más raro que pueda para que aprenda a burro…

No se moleste tanto, señor Gustavo, que el señor Santos no me he explicado lo del santo que alumbra ahí, y si lo hace disgustar meno me lo dice, y hasta que no resuelva ese enigma…

¡Cónchale! Mi amor, deja ya la vaina con el santo de Don Santos…

¡Qué don va a ser ese Santos!

Ya, pues, continúe con el cuento, que nos vamos a perder…

Está bien: decía que Nomeolvides salió de la casa ataviada con toda ley para el caso y se paró encima del antepecho que separaba el jardín de la acera… No me interrumpa más ¡carajo!... Se paró ahí arriba y empezó a mirar largamente a cada uno de los que tenían un asiento disponible en sus motos, luego a cada moto en particular sin importarle quién la manejaba. Hubo un silencio total, se pararon los motores, expectativa en el ambiente, bajada teatral, y nuestra heroína –ahora motorizada- se dirigió lentamente hacia una Heritage Softail totalmente bobberizada que, además, no tenía asiento extra disponible. Su desconcertado conductor –un clásico motero de barba y bigote, de greñas revueltas y con cara de venir directamente de la guerra de secesión (del bando sureño, además)- miraba a su entorno y no podía creer que fuera él el elegido..., craso error, la elegida era la moto, no él. Ella se acercó, le pidió con toda naturalidad que desmontara y que le entregara las llaves. Él, totalmente embobado, se bajó, le entregó las llaves y le abrió espacio. Ella pasó la pierna izquierda con toda soltura por encima de la inmensa moto sin importarle para nada la mini falda, tomó el z-bar con fuerza, enderezó la moto y subió el paral, introdujo la llave en su sitio, la giró para energizar el sistema, e hizo algo que dejó asombrado a todos: subió la pierna derecha hasta el pedal del “kick starter” y con un solo movimiento suave pero enérgico puso en marcha el enorme v-twin de 113 pulgadas cúbicas. Los jesse james tronaron como una protesta del Olimpo, ella ocupó el asiento individual, engranó la primera y salió disparada como si la estuviera persiguiendo un escuadrón de vigilantes de tránsito... Todos arrancaron tras ella pero como dos minutos más tarde solo después de haberse repuesto de la impresión… Y si no entendieron nada, por favor, me sirven más ron para irme aclarando…

…Ya sé, usted es mecanico de motos ¿no?

Déjese de estar tirando flechas, que en Africa lo que tiran son lanzas…

No ofenda, señor Gustavo, no ofenda…

Bueno, no me joda… Sigamos con la historia más bien: entre ellos iban los Paredes Pajarés entre sorprendidos y divertidos en motos separadas, porque no habían encontrado la que fuera capaz de llevar a la enorme Electra, a HD, además de su peso propio. Él llevaba una linda Panhead del cincuenta y ocho, suicide clutch, jokey shift, perfectamente entonada y con mínimas modificaciones más allá de los engrosamientos del motor, las ruedas, la bajada de la suspensión, y otros detalles menores como los fat pipes y el manubrio vintage. Ella llevaba –claro- una hermosa y standard Electraglide roja “Shovelhead” con todas sus maletas parabrisas y demás. Muy glamorosa. El único cambio estaba en la amortiguación reforzada.

Iban pues, todos tras su nueva diosa del motor, muy rápido para tratar de recuperar terreno debido al retraso en la salida después de la reposición del asombro. El dueño de la bobber escogida logró, a duras penas, montar con un amigo que tenía puesto disponible. Iba desconsolado y esperanzado a la vez, claro, ustedes saben: ella se llevó mi moto…, tal vez pueda negociar algo al final de la noche…, pobre zoquete…, no entiende nada.

No nosotros tampoco…

…Cállese, coño, que esta historia no es para sus oídos zamarros…

Les digo que en verdad Nomeolvides disfrutaba aquello, la salida teatral le había dado tiempo para agarrarle el golpe a la cosa, rodaba a velocidad moderada –ya lo dije antes en algún momento: unos ochenta kilómetros por hora- escuchando el motor y sintiendo la vibración del cigüeñal. Podía intuir el movimiento de las bielas subiendo y bajando con los pistones, podía ver el vortex de la mezcla que se originaba dentro del carburador equipado con inyector electrónico, podía contar las vueltas que daba el motor, la apertura y cierre de las válvulas, el salto de la chispa en las bujías, el silbido ultrasónico de los frenos de disco de cuatro pistones, el giro de los engranajes dentro de la caja de cambios, el ligerísimo claqueteo de la correa dentada que une el motor con el embrague...

Eso era lo suyo, resulta mejor que el baile, resulta mejor que el improvisado y mal sexo que había medio experimentado hasta entonces: siempre apurado, de mala gana y bajo la batuta de alguien más..., porque sí, mi estimado señor, el promedio en estos países para la iniciación sexual es que jode más baja de la que usted cree…, y si no le parece, converse con su mujer para que vea…

Perdone la interrupción y permita que le siga diciendo…: No, esto habría de exprimirlo al máximo. Entonces decidió que la fiesta sería a solas y bruscamente se desvió saliendo de la autopista por una vía secundaria. No pensó en la temeridad que eso resultaba: una muchacha, sola de noche, en esos parajes poco concurridos, sobre una moto que ni siquiera había visto antes... Pero se desvió y nadie la seguía, ahora tomaría el rumbo del parque de la montaña. No encontró a nadie en la carretera, rodó por la sinuosa vía siempre subiendo lentamente en segunda velocidad a unas dos mil vueltas o tal vez menos, inclinada hacia adelante a causa de la misma pendiente que escalaba con el motor vibrando y percutiendo bajo sus partes…, no las llamaré por su nombre, no se me acaloren…, los enormes pistones golpeaban sordos, el asiento de mullido duro con protuberancia delantera transmitía toda la vibración del motor, la posición que se veía forzada a adoptar con las piernas muy abiertas, adelantadas y el sitio de su anatomía donde recargaba su propio peso hizo que se le fuera acelerando el pulso y la respiración mientras le invadía poco a poco una sensación casi de asfixia y de opresión en la parte baja de la garganta, de ojos húmedos, de labios entreabiertos, de cabello hacia delante, de mirada desenfocada, de gemidos inarticulados, de vaivén de sonrisa y ceño, de rubor de la piel del pecho y las mejillas, una mezcla de vértigo y taquicardia, y con las venas del cuello y la frente brotadas comenzó a desdibujársele la carretera hasta que de pronto estalló en un inverosímil orgasmo que se repetía, y se repetía, y se repetía, y se siguió repitiendo regulado por el puño del acelerador hasta que llegó exhausta al propio parque y pudo parar la moto a duras penas en un sitio resguardado, apagó las luces y el motor, colocó como pudo la moto sobre su paral y se echó al suelo sin mirar mucho dónde caía. Totalmente drenada de energías: agotada.

Sentía como si toda su vida la hubiera pasado en un monasterio de claustro y de pronto la hubieran soltado en medio de Río De Janeiro en las fiestas del cambio de milenio o algo así.

Pensó en el asunto largamente y llegó a la conclusión de que, o los hombres son unos hipócritas, o las mujeres están mejor equipadas para disfrutar una moto de esa. Es que las mujeres son más susceptibles para, entre otras cosas, aprovechar las vibraciones de más o menos baja frecuencia, aplicadas en ciertos puntos claves. Además, si se toma en cuenta la forma del asiento... Y no, no es el famoso mito masculino acerca de los orgasmos múltiples femeninos…, yo solo estoy repitiendo lo que sé, de buena fuente…, pero no vaya a salir corriendo a comprar comida porque mi buena fuente es otra…, y si no me entendió el chiste no vale la pena que le explique tampoco…, mírele la cara de gozón que tiene el adoquincito ese, si pasa la peluquera por ahí este bárbaro no le hace caso a la santa que alumbra con luz de muelle portuario…

Pero déjeme seguir la historia que está en buen momento…

Señor Gustavo, tenga en cuenta que esta vez se ha interrumpido usted solito…

Es verdad, sírvame más ron a ver si hablo mejor: Y en esos pensamientos andaba perdida cuando empezó a sentir un ligero temblor en el suelo bajo ella, luego ese temblor fue creciendo y apareció también el ruido lejano primero, claro después: estaban llegando más motos de esas. La vibración era inconfundible.

¿Pero cómo? ¿serán adivinos? se dijo con cierto fastidio por el corte de nota, como muy bien se podrán imaginar, ya que la vaina se puso buena con la vibración y todo ese peo que ya les conté..., pero bueno, el resto del tropel llegó con rugidos, explosiones, ruido, mucho ruido. Se fueron parando en el claro del parque e iban apagando las motos. Cuando estuvo todo más o menos en silencio, ella se puso de pie lentamente, se alisó la ropa con la mano, se quitó el resto de monte seco que tenía pegado al cuerpo, se arregló un poco el cabello, se quitó algunas hormigas de encima y salió del refugio plantándose frente al grupo que aun no la había localizado.

Pero debe estar por aquí, el GPS, no se equivoca por más de diez metros, y según esto, deberíamos estar parados sobre ella, decía el desconcertado dueño de la bobber mirando algo parecido a un teléfono celular que tenía en la mano.

¡¡ Búscatela en el bolsillo del culo, pajúo!! le gritaba una voz que sonaba como que tenía rato de haber destapado la botella, de un ron mucho mejor que esta agüita tan mala que sirve usted…, pero qué coño vamos a hacer…

Nomeolvides aprovechó la confusión para recuperar la compostura, la fuerza de las piernas y el equilibrio que parecían no querer regresar y entró al grupo saludando a todos con perfecta tranquilidad.

¡¡ Mira payaso agüeboniao, que aquí está la que te trajinó tu moto ¡!! Siguió gritado la misma voz.

¿Dónde está mi moto? Llegó preguntando el pobre despojado con angustia, y lágrimas en los ojos.

Ahí atrás de esa piedra, tonto, y no te preocupes que está completa, solo le falta un poquito de gasolina, le contestó ella con el aire más displicente del que fue capaz. Y qué les puedo decir…, recuerdo una vez que casi me cachan haciendo lo que no debía (pero tenía) con la esposa de mi jefe y la muy…, no, mejor no cuento eso porque no viene al caso...

¿Se refiere al dueño del taller de motos?

Esa estuvo buena, no le voy a replicar porque se lo ganó, pero aproveche la inspiración y sírvame más lavagallos que ya me siento con más ánimo…

Pues sí, el tipo, no muy convencido salió corriendo hacia el sitio que ella le había señalado y allí encontró su moto: parada ahí, como si nada: ¡Aquí estás, que susto me llevé! gritó con emoción ¿pero qué patuque es este que tiene sobre el asiento? ¿qué pegoste resbaloso es este? ¿pero a qué huele?

Nomeolvides azorada le dijo: lo debe haber cagado algún pájaro.

¡No me jodas, que esto huele a cuca! Y me perdona señora Octavia, pero ya llegué a ese punto en el que el pan es pan, el vino es vino, y este ron es una mierda con todas sus letras, tanto, que casi pido un tecito de cola de caballo, porque whisky ¡jamás!

¡Bueno guevón, sería un pájaro hembra! ¿qué? ¿no los hay? le respondió ella tratando de parecer divertida e ingeniosa (con ese ingenio cuasi pindárico producto de la preocupación y que hace que nadie entienda el chiste porque no sale un chiste, si me entiende lo que digo ¿no?)

En eso apareció HD con cara de alarma reclamándole a ella su desaparición. Esto cambió la dirección de las cosas y no se habló más del tema.

Pero le había quedado una sensación de flojedad en las piernas y un cosquilleo para nada habitual entre ellas. Porque este tampoco es ningún mito masculino acerca del orgasmo femenino, sino que me lo han contado de muy buena fuente, y como le dije no salga disparada a hacer compras nerviosas, porque siendo muy buena la fuente, esta es otra. No esa. Pero cómo le decía, no es un mito que una vez probada la miel, se quiera comer más.

Y continúo: el grupo completo resolvió hacer una rueda y sentarse a conversar sin hacer fogatas para no atraer a los guarda parques que tenían fama de abusadores de la peor calaña (como todo guardián que se precie, pero con el perdón de la guardia del muelle que pende sobre nuestras cabezas, y que ustedes ya me entendieron pero por favor no miren para que alguna vez nos aclaren que santo es ese) apagar motos y luces por la misma razón para poder tomarse sus tragos en paz sin intromisiones. Nunca tragos dulces por dos razones: a un verdadero motero no le gusta esa vaina de tragar cosas dulcitas que producen peas locas y encima trancan los motores. La otra es las hormigas, cerros de ellas. Una variedad de la hormiga roja casera que emponzoña con saña ya siendo tan pequeña, pero estas son del tamaño de un bachaco grande, la picada de una sola se puede comparar con la de una abeja karateca que hubiera estado comiendo ají chirel con chiles jalapeños en salmuera directamente de un tazón de C-4… En cantidades suficientes pueden enviarle a uno al hospital y hasta al camposanto si se descuida, pero mientras no haya nada dulce por ahí, no existe mucho peligro.

Alguien sacó un radio FM a pilas porque todavía no existía esa vaina loca que se llama mp3, y algunos se pusieron a bailar.

El baile, tranquilo al principio iba subiendo de temperatura a medida que el alcohol llegaba a las cabezas y otras partes de los reunidos.

Una pareja comenzó con un striptease al ritmo de la versión de Joe Cocker de “Puedes dejarte puesto el sombrero” –clásico, pero inevitable- terminaron consumando aquello ahí mismo, frente a todos, porque no tuvieron la paciencia, el tino y el recato, como para llegarse hasta el lado opuesto de una de las “Night train” que estaban estacionadas allí, y les dio por explayarse a gusto sin nada de intimidad. No tan largamente porque los chillidos y vítores pusieron más que el alcohol y el éxtasis, en más de una presentación. Y bueno, también porque…, ya saben: no fueran a aparecer las hormigas esas.

Al poco rato ya todas las parejas andaban más o menos en lo mismo, y todos los que iban solos, hombres y mujeres, fueron cuadrando sus parejas.

Quedaron unos cuantos hombres solitarios que tuvieron que conformarse con una sesuda y profunda disertación sobre el futuro del motociclismo y de los combustibles fósiles despotricando de los motores de dos tiempos, después de haber sido rechazados de plano por nuestra heroína, quién también andaba sola.

Nomeolvides no podía dejar de pensar en quién había sido su pareja sexual esa noche: ¡una moto! ¡que barbaridad! Pero qué buen polvo aquel, que duro le había dado ¡tendría que repetirlo! Claro, y se dispuso a negociar la moto con el dueño actual.

Habría que afinar estrategias pues su padre, después de haber hecho oficial lo del Mercury no le iba a comprar esa moto.

Sabina, aunque multimillonaria por lo de la venta del software, aun no disponía de ese dinero.

HD y Electra no ganaban lo suficiente como para independizarse del todo, menos aun para prestarle ese dinero.

Mamá, ni hablar, no soltaría ni una moneda para ese tipo de cosas.

Yo no tengo ni un centavo, y la colección de discos no es tan fácil de vender, no con la urgencia que tengo. Se dijo. Así que no me queda otro camino, negociaré de tú a tú con su dueño. No es tan feo. Solo es un poco simple y tal vez desarreglado…, pero se ve que se bañó…, por lo menos esta última semana.

Solo volteó la cabeza y dirigió la mirada hacia donde recordaba haberlo visto antes y se cruzó con la mirada de él. Le hizo un leve gesto con la cabeza y el tipo saltó textualmente llegando a su lado instantáneamente.

Mira, sé que me he portado mal contigo hoy, ni siquiera te he dado las gracias por haberme cedido tu moto esta noche…, empezó ella con leve coquetería…, ni siquiera sé tu nombre.

Coyote, Coyote me dice todo el mundo, bueno, no me llamo así, pero si me dices de otra forma no voy a saber que te diriges a mí. Todo el mundo me dice Coyote…, ya ni recuerdo por qué…, dijo atropelladamente el tercio aludido, y agregó: ni pienses que me disgusté contigo hoy, si parecí un poco brusco es porque no sabía que eras tan buena manejando, y mi moto... bueno mi moto es muy especial, le he trabajado mucho... me preocupé ¿ves?

Naturalmente..., Coyote…, qué más bien te deberías llamar tigre. Lo digo por lo rápido que saltaste hasta mi lado…, dijo ella abriendo mucho los ojos y batiéndose la melena al descuido con más coquetería.
Se movió para quedar de frente a él, y sentados en el suelo, con las piernas cruzadas como estaban, dado lo corto de la falda, el espectáculo que presenciaba el Coyote era de lo más fascinante. Hay que tomar en cuenta que ciertas telas transparentan con la humedad, que en este caso…, perdón, señora Octavia…

…Siga, siga, no ha pasado nada…

Está bien: él, producto tal vez del susto (que tanta mujer de un solo golpe intimida a cualquiera… Pues sí señora, no ponga cara de sorpresa, y si no me cree pregúntele a su marido) comenzó a hablar como loco de todo lo que le había hecho a la moto, de los sitios que había visitado con ella, las concentraciones internacionales que había presenciado, y todos los demás temas de los que hablan los motoristas.

En eso estaba cuando ella súbitamente se puso de pie, se sacudió el trasero con las manos, le dio la espalda y comenzó a caminar hacia la bobber de Coyote. Caminaba lentamente y moviendo conscientemente toda su femenina musculatura. Se detuvo, volteó la cabeza hacia él, le repitió levemente el gesto de cabeza de hace rato, junto con un guiño lento y deliberado, y el brinco que dio él fue mayor esta vez que la anterior. Con dos zancadas salvó la distancia que les separaba y se situó junto a ella expectante. Ella, sin decir nada, reanudó su marcha hasta la moto, se sentó en ella como si pretendiera llevársela y le preguntó suavemente:

¿Me dejarás usarla de nuevo? ¿ocasionalmente tal vez?

¡Claro, cuando quieras! respondió el Coyote con una velocidad que solo la testosterona puede provocar.

¿Ahora mismo me la podría llevar a mi casa si quiero? continuó ella implacable.

Bueno..., sí... Ya comenzaba a dudar nuestro amigo.

¿Palabra? presionaba la recién estrenada vampiresa, mirándole como solo sabe hacerlo una mujer bonita cuando quiere obtener algo difícil de un hombre. Y no me estoy poniendo machista ni nada…, cuando una mujer quiere algo, ni el diablo se lo niega. Yo que se lo digo…

¡Palabra! contestó el Coyote rendido y entregando las llaves de nuevo.

Nomeolvides pensó que no podía ser tan cruel con un tipo tan fácil, que algo debía darle a cambio (pero ¿qué?) y murmuró: Pues lo que todos quieren esta noche.

Sin decir ni media palabra saltó de la moto, se acercó a él que la miraba con cara de haber visto un fantasma, le tomó ambas manos, una se la puso dentro del escote y la otra en la todavía húmeda entrepierna pero no le dejó hacer, antes de que él reaccionara ya le había bajado el cierre del pantalón, le había sacado el tieso miembro, se lo había masajeado un poco, solo un poco y en lo que el Coyote cerró los ojos para disponerse a ver cumplido su sueño Nomeolvides había regresado a la moto, la había arrancado y estaba huyendo ya cuesta abajo de vuelta hacia su casa con una teta todavía fuera de la blusa.

¡Me cago en...!!! fue lo único que atinó a decir el casi muerto Coyote con el que ya saben qué tan tieso que le dolía…, entre la polvareda que levantó la maniobra de arranque de su bobber con muchacha y todo.

Ya iba Nomeolvides encendida cuesta abajo sudando por el esfuerzo de la huída, un poco avergonzada por lo que había escogido que hacer, sabiendo que cada vez tendría que llegar un poco más allá. pero feliz de tener de nuevo entre las piernas a su metálico amante.

Iba desmelenada, con las ropas desordenadas, deseando de nuevo la intimidad, y la alcanzó de nuevo, no tan intensa porque de bajada el motor no vibraría igual..., claro, ustedes saben: la vibración en subida es lenta y forzada, de baja frecuencia pero alto impacto…, en bajada es casi un silbido, pero con su carrasposito que mejor ni les digo…

La vaina fue que regresó a casa del mismo modo en el que se fue, pero no siendo ya la misma.

Metió la bobber dentro del garaje, junto al Mercury y salió de ahí cerrando con el candado otra vez.

Subió a su habitación, se desvistió y se puso a observar sus pantaletas con detenimiento: nunca las había empegostado de esa manera, era excitantemente insalubre aquello ¿cómo haría para que su mamá no se diera cuenta? Tendría que recurrir de nuevo al desorden mental, a los olvidos, a la danza, a la música rara... A la música rara..., si la única música rara que yo quiero oír es la de percusión que proporciona el motorcito ese…, murmuró con un suspiro, y entró a ducharse.

Una ducha tibia y luego fría, un masaje con alguna cremita y a dormir.

En la habitación de al lado, Sabina se extrañaba de algo: falta la música ¿qué habrá pasado? se preguntaba entre sueños y volvió a dormirse.

De lejos se oyeron dos motores que se acercaban, eran HD en su Panhead y Electra en su Electra, que venían ya de regreso. Entraron y se fueron directo a su anexo.

Sabía que los motores influyen en la personalidad de las personas, decía HD, pero ¿te diste cuenta de todo lo que hizo mi hermana hoy?

Sí, sí me di perfecta cuenta, respondió Electra, ya verás que la vida de tu hermana se dividirá en antes y después del Mercury.

¡Coño, es mi hermana y la quiero mucho! Pero lo que le hizo hoy a mi Papá primero, y al Coyote después, no tiene nombre…, seguía HD: al viejo por poco lo mata dos veces, al quitarle el “Low Rider” primero y del susto con el récord que establecieron en la autopista después. Y al Coyote por poco lo mata tres veces: le quita la moto, se pierde con ella (que si no es por el GPS, de verdad se hubiera muerto el Coyote) luego le coquetea, le jala la tripa y se le vuelve a escapar con la moto dejándole a un tris de explotarle los cojones de puras ganas..., y me disculpa de nuevo mi estimada señora aquí presente, pero eso es lo que le pasa a uno cuanto queda a punto de…, bueno, eso, duele…, en fin…

Manipuladora nos resulto la descerebrada de tu hermana…, y yo que pensé que ella era casi autista, salvo muy breves claros de lucidez, claro.

El Coyote va a tener que echarle un camión de bolas para no terminar en este asunto como su tocayo de las comiquitas ¿no?

En eso pensaba…, y ¿a qué terminan de novios?

Coño, no lo creo. A menos de qué Nomeolvides traslade su atracción por la bobber hacia su dueñol.

Mejor vamos a dormir, que mañana hay trabajo…

Ningún mañana: ya es de madrugada.

A todas estas, el coyote regresó a su casa por gentileza de una de las muchachas motorizadas que había accedido a llevarle después de haberse reído mucho rato a expensas de lo que el Coyote había pasado esa noche.

Ella hacía pareja ocasional con uno de los amigos más cercanos del Coyote y eso había propiciado una cierta amistad entre ellos.

El Coyote había tratado de intimar con ella, pero siempre recibía una cariñosa negativa. Ella siempre le decía, que esas vainas no resultaban bien entre amigos, y con eso desarmaba al Coyote.

Dyna, que así se llama la muchacha, sostenía que solo soportaría un cuerno en la vida y que éste ya se lo habían puesto y por esto no enseriaba nada.

Esa noche, después de que finalizara la reunión en el parque, comenzó a bajar entre los últimos y he ahí que encontró al Coyote haciendo auto stop (más bien moto-stop) en medio de esa oscuridad. Ella se detuvo y le preguntó con sorna, pues estaba al tanto de lo sucedido:

Qué ¿te robaron la moto?

Sí, una zorra de tu club se la llevó…, contestó él desanimado…, ¿no sería una de tus discípulas?

Si hubiera sido una de mis discípulas a esta hora no te habrías dado cuenta todavía…, le respondió con maldad.

Mientras, todos los rezagados fueron pasando hasta que quedaron solos.

Cada uno que pasó fue soltando un chiste hasta hacer que a nuestro plantado amigo casi se le saltaran las lágrimas. Se veía realmente deprimido y esto fue lo que decidió a Dyna permitirle al Coyote subirse a su Hugger.

El asiento era un Corbin más bien corto pero suficiente para dos personas, por esto Dyna le dijo: Pana, siéntate lo más atrás que puedas que ya tuve suficiente por hoy. Si te pillo con pegaderas conmigo te bajo de la moto y te abandono donde sea.

Tranquila, que con un desaire por día tengo.

Llegaron a casa de un Coyote muy deprimido y ya la etapa de la rabia había pasado hacía mucho. Solo quedaba en su ánimo, los residuos de las burlas y las mellas provocadas.

Dyna se lo quedó mirando atentamente cuando él la invitó a entrar y solo accedió a hacerlo porque con lo deprimido que se le veía otro desaire lo colocaría al borde del suicidio y la cosa no era para tanto.

Entraron pues a la casa de Coyote y fueron directo a la cocina. Él preparó un gazpacho rápido bien espeso con mucho hielo, y se lo llevaron a la sala para tomarlo con un chorrito de tequila…, no conozco nada mejor en el mundo para matar el ratón antes de que empiece…, dijo.

Se sentaron en el sofá y ella le preguntó los detalles de lo que había sucedido. Él lo soltó todo y ella se divirtió al principio, pero conforme iba adentrándose en la historia, se iba arrechando, hasta casi descontrolarse.

¡Esa loca de la mierda! ¡tan idiota que se ve! decía con rabia para sus adentros ¡Vamos a joderla! ¡se va a tener que arrepentir!

Ya se sabe que hay pocas arrecheras peores que las que agarra una mujer cuando otra se burla de su tonto favorito. Es como penetrar el espacio aéreo de una potencia mundial, aterrizar un Hércules justo en su plaza mayor, y volverlo a sacar antes de que se den cuenta…, publicando luego la noticia en cadena mundial con apoyo audiovisual.

Se dispusieron, entonces a elaborar un plan para inmunizar al Coyote del influjo de Nomeolvides. Bueno, realmente no se dispusieron nada, fue Dyna la que se tomó la responsabilidad del asunto.

Puedo ver que la tipa se antojó de tu moto y que no te dejará en paz hasta que no se le pase el capricho. Y si ella es la mitad de loca de lo que parece esto puede pasar esta noche o dentro de diez años…, deducía Dyna.

Lo primero es pasar tu moto a mi nombre. Dijo ella. Así tu novia nueva no podrá seguir quitándotela.

Si Nomeolvides no me mató, tú si que lo harás. Además, si fuera mi novia no le prestaría la moto…, contestó él, atragantado del susto.

No, que va, te dejo la mía de rehén... ¡machista! A que no te ayudo un carrizo…

Para no salir tan jodido en el cambio me vas a tener que dar en prenda algo más que eso…, decía él con desconfianza, no es que me parezca poca cosa tu Hugger (esta vez deben haber pensado ustedes que Dyna debía, por lógica, tener una Dynaglide, pero no, no le alcanzó el dinero y tuvo quee conformarse) pero tienes que estar de acuerdo conmigo, que entre mi bobber y tu hugger hay un trecho...

Claro que sí. Entre tu moto si la tuvieras, y la mía que ahora sería la tuya, claro que hay una gran diferencia: la mía la tendrías y la tuya tendría yo que recuperarla..., le contestó ella con la más implacable lógica femenina…, además, recuperada tu moto, y vengada la afrenta, hacemos el cambio de nuevo. Te prometo que esa loca no te molestará nunca más.

No me queda otro remedio que confiar en ti, pero cuidado con trampas.

Mira, después de que la moto esté, sin lugar a dudas, a mi nombre, continuó ella sin hacerle caso, iré a reclamar mi vaina y ¡ay de ella! si se pone cómica.

Mientras, vamos a inquietarla un poco. Sin decirle nada de lo planeado, solo que intuya que algo no va del todo como ella cree. Cambiaremos un poco tu estilo, que a ella le gustan los hombres algo menos desarreglados. Te afeitarás todos los días y te vestirás con ropa limpia siempre. Nada de andar con tu grupo de bobos intrascendentes de siempre... Y por favor, bota a la basura esa chaqueta.

¿Qué coño tienen de malo mis amigos? Acuérdate que entre ellos estás tú ¿y mi chaqueta? ¿estás loca del todo?

Yo no cuento para ella, yo soy mujer, y aunque tú no lo notes, ella sí... Y esa chaqueta da asco, francamente.
¡Tú si que tienes riñones de verdad! ¿Qué yo no he notado que eres mujer? Se te va a poner la lengua negra por mentirosa. Además, esta chaqueta es una réplica genuina de la de Marlon Brando...

Sí, si, y de la misma época, y desde entonces no la lavas.

Ella, en medio de sus maquinaciones no se había dado cuenta de que al quitarse la chaqueta la franela de cuello ancho se le había ladeado dejándole al descubierto media teta. Ya en confianza, después del gazpacho, se había desabrochado el pantalón y como no llevaba puesta ropa interior, quedaba al descubierto cierta área levemente velluda que denotaba fuertemente su innegable ser femenino. Para colmo ya se habían descalzado y tumbado cómodamente sobre el sofá quedando realmente cerca uno del otro.

Esto, junto con el recuerdo de lo sucedido más temprano en la noche, hizo que el alma le volviera al cuerpo al Coyote y que la sangre se le juntara toda causando la natural protuberancia en sus pantalones.

Bueno, bueno, tampoco me lo tienes que demostrar de un modo tan gráfico ¿no?

El Coyote, entre apenado y divertido se puso de pie tapándose con un cojín.

¿Tú puedes creer que esa tipa me hiciera eso? ¿que aun me lo sacara de los pantalones, lo agarrara, lo masajeara y lejos de caer en la tentación de darle una probadita, saliera huyendo de esa forma?

Sería precisamente por eso, porque no solo lo vio, sino que hasta lo tocó. Fue por eso que salió corriendo. Eso y que seguramente le llegó el olorcito…

Ya me vas a salir con cuentos. Tú no puedes decir nada, porque de eso no sabes ¿O acaso me espías cuando voy a mear?

Dime de qué alardeas y te diré... menos tonterías y muéstrame a ver si es cierto.

Coyote se quedó dudando unos segundos: “Si se lo muestro, me expongo a más burlas y más desplantes. Si no se lo muestro me expongo a lo mismo”. Pensó.

¡Zás! te lo muestro. Dijo acompañando la acción a la intención.

Y se lo mostró. Se quitó el cojín, se abrió el pantalón, se lo bajó un poco, quedando frente a ella, que estaba sentada.

Ella se sobresaltó un poco, pero como se lo había buscado, adoptó la actitud de quien inspecciona un tomate en busca de magulladuras. Lo agarró con aires de entendida, con cuidado, muy levemente, como el que no se atreve a romper algo muy frági: lo miró de frente, lo ladeó a la izquierda, luego a la derecha, le forzó el prepucio hacia atrás, lo miró más de cerca respirándole encima. Cambió de posición, lo soltó y lo volvió a agarrar con la otra mano. Cambió la mirada hacia arriba buscando los ojos de Coyote. Éste los tenía apretadamente cerrados y le latía una vena en la sien. Ella lo soltó bruscamente. Se separó hacia atrás y esperó a que Coyote volviera a abrir los ojos. Pasó lo que pareció una eternidad, pero al final los abrió.

¿Ves, yo tampoco caí en ninguna tentación?

Pero tampoco saliste corriendo.

Será porque estoy demasiado cansada, nada más por eso…, y ya es hora de que vaya a dormir.

Coyote sintió que se moriría esa noche e hizo algo desesperado: tomó las manos de ella como le hizo Nomeolvides y se las puso, ambas, sobre el que seguía tan tieso como ya era costumbre esa noche.

Ella no opuso mayor resistencia.

Él comenzó a mover sus manos atrás y adelante hasta que ella sostuvo el movimiento. Luego la soltó y la tomó por los hombros haciéndole una ligera presión hacia abajo.

Ella se volvió a sentar de modo que volvió a quedar nivelada, siempre moviendo las manos.

Volvió a buscar la mirada de Coyote y esta vez sí que la consiguió.

Él, en ese momento, empujó con la pelvis hacia delante y ella abrió la boca permitiendo que el movimiento continuara dentro de ella, sin mucho entusiasmo al principio, pero visiblemente en aumento.

No duró mucho: Dyna buscó la mirada de Coyote y no la encontró pues éste había vuelto a cerrar los ojos.

Apenas lo notó, se levantó bruscamente dejando a Coyote a punto de reventar, sin llegar ahí donde este quería llegar.

¿Qué pasó? ¿ah?

No, no, estoy de verdad demasiado cansada. Además, esto no va a resultar. Ya sabes lo que pienso de esto.

El Coyote no lo podía creer, dos veces en una misma noche. Y la segunda vez estuvo tan cerca que ya creía haberlo conseguido.

Bueno, una vez me puse a calibrar la vieja Panhead y me ocurrió lo mismo. Tras un millón de intentos, decidí cambiar de moto…, ya se me ocurrirá algo. Y toma esta cobija para que no te dé frío.

Terminaron de pasar lo que quedaba de la noche sentados en el sofá uno junto al otro sin tocarse, pero arropados con la misma cobija vieja a cuadros de Coyote, sin moverse ni hablar, aunque a nuestro amigo se le escapaba uno que otro gemido y se veía forzado a cambiar de posición con frecuencia.

Cónchale, qué mala suerte la del pana Coyote. Eso le pasa por tener un nombre como ese ¿a quién se le ocurre?

Carajo, menos mal que no iba a dar detalles…

Sí, Gustavo y que iba a hablar para que nadie le entendiera.

Es que parece que ese roncito destraba la lengua de verdad.

Jajajá…, sí, pero mejor vámonos que quién sabe que están haciendo los tres locos aquellos…

Está bien, pero ¿y el santo? ¿cuál santo es?

No se preocupe, mi don, que mañana el adoquín de greda parda este le termina diciendo…, vayan con dios, o con el que prefieran, pero vuelvan mañana porque la historia se pone más rara a partir de aquí…

Bueno, será hasta mañana entonces…

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Guiñol de la realidad verdadera pero de la que se percibe con el rabito del ojo, porque digamos que es más fácil así evadirse del engaño..., o algo por el estilo.