viernes, 21 de noviembre de 2008

CAPÍTULO ONCE, QUE ES EL DE LAS COMPLICACIONES.

DESPIERTAN TODOS.

GARAGE LLENO.

Caramba, mi amor, caramba…, no te asustes, no voy a cantar… Es que me pongo a pensar en que el señor Gustavo me ofreció cuando lo conocí, contarme una historia que pagaría con largueza el vaso de ron que le brindé esa vez y mil más. No sé cuántos vasos de ron lleva, pero a juzgar por los siete u ocho que se echa por capítulo, no lleva los primeros cien de los mil y un vasos de ron que me va a costar el cuento este.

Bueno, tampoco hay que preocuparse demasiado por el costo, porque ponte a ver: un libro de, digamos, unas doscientas páginas y de una editorial solidaria pero sin exagerar, puede costar más de diez veces lo que costarían un millón de botellas del bebedizo ese que venden por ron en la taguara del señor Santos. Yo que tú ni me preocuparía por eso.

No, me expresé pésimamente. Lo que estaba calculando era más bien el costo hora hombre, porque llevamos más de una semana asistiendo al espectáculo del cuenta cuentos este y no llevamos ni cien roncitos. Calculo entonces que nos vamos a echar como medio año en este proyecto, y eso, en horas hombre, es una fortuna…, la verdad…, el ron entra en la ecuación como consumible…

Sí, y además lo puedes considerar un gasto reembolsable a juzgar por lo que devuelve al día siguiente ¿no?

Requete reembolsable en bolsa por bolsa, en más de un modo. Pero la verdad es que el cuento está interesante… Y no, no me inquieta lo relativo al paso de nuestras niñas a adolescentes.

Esa sí que es una gran sorpresa para mí. Yo pensé que te esmerarías en conseguir un par de docenas de excusas para angustiarte y hasta agarrar un lumbago de campeonato.

Bueno, sí, el asunto de la exploración sexual, de las enfermedades, de los embarazos indeseados, de los desengaños, el manoseo y todo lo demás…, no sé, imaginar a mis bebecitas en esa vaina claro que me angustia… Pero ¡buéh! ¿qué coño voy a hacer? Y algún día hasta yo tendré nietos y espero que no sean por cosas de Spallanzani…

Sigo sorprendidísima, imagínate que llegué a pensar que dejarías de querer asistir al bar de la esquina, que empezarías a darle la vuelta a la cuadra al revés para no encontrarte con el señor Gustavo…, en fin…, no sé, que no querrías escuchar sobre el tema…

Mira mi amorcita, no te pierdas, el señor ese está hablando de otra gente. El cuento es sobre un grupo bastante rarito…, tienes que estar de acuerdo conmigo que no te imaginas a ninguna de las dos carricitas nuestras masturbándose con una moto…

Visto así…

Por cierto que ya va siendo la hora de ir a nuestro encuentro diario. No sé si ir, o saltarme este día. Estoy con ganas de descansar más bien. Tú qué opinas.

Nada, que vayamos cerrando esto más bien y nos vayamos a ocupar nuestra mesa, mira que hay más gente interesada y ¿no notaste lo lleno que se puso el bar ayer?

Es verdad. Vámonos. Pero esto ha sido una redoblona seria. En lo que pase la temporada nos vamos aunque sea una semanita de vacaciones.

Claro. A donde tú quieras, menos a Choroní.

¡Santas y buenas noches a todos los presentes y ausentes! ¡bienvenidos a este tugurio de trigésima categoría! ¡se hace lo que se puede! ¡adelante! ¡adelante!

¿Qué le pasa señor Gustavo? ¿qué bebió?

Aun nada, pero ya llegaron mis mecenas y así mis cenas están cargadas de espíritu que podría ser mejor, para qué negarlo, pero hoy no me voy a quejar porque estoy contento: siéntense mis buenos señores… Señor. Señora, bella señora. Pasen a esta punta de muelle y que buen santo los alumbre, porque lo que soy yo vengo prendido desde ayer noche, sin exagerar.

El señor Gustavo está más exuberante que de costumbre ¿eh? Pero hablemos en jerga arrabalera para que la gelatina de basalto con guano encima nos siga por estos caminos narrativos…

A callarse la jeta todo el mundo. Usted también, rata de muelle. Que voy a empezar: Si no perdí la cuenta de los días en este cuento que nos ocupa, este amanecer corresponde allá a un lunes perfectamente laboral, además.

Con todo el fastidio del caso, han de dejar sus camas calienticas para cumplir con los respectivos deberes de rigor mortis por cosas de la ocupación… Y es así como ocurre que Sabina sale del asiento de atrás del automóvil de su padre rumbo al cuarto de baños para hacer lo que hay que hacer en las mañanas antes de salir de casa, incluyendo la sentada en el trono para dejar salir lo que quede del festín dominguero. Y si no se acuerda de que la carajita dormía ahí, el peo es suyo…

Nomeolvides abre los ojos, comienza a recordar, piensa en su madre y acto seguido enciende la música para interferir las señales tal como hacen los de la KGB en las películas. Ella sabe que con toda seguridad esto no sirve de nada (también los de la KGB esa) pero es mejor hacerlo por las dudas.

Victoria les informa a todos que ya se despertó y que tiene hambre, mucha hambre. Los alaridos son entre tiroleses y Treblinkeses (melismáticos todos)..., se oyen murmullos, tintineos, más alaridos que se van convirtiendo en unos balidos, más murmullos y tintineos y luego silencio... “Lograron meterle el tetero en las tragaderas al pequeño monstruo”…

Atalayo abre los ojos, mira a su lado: y ahí está la protuberancia habitual. Todo parece estar en su sitio, él tiene ganas de mear, más que ganas, si no brinca de la cama, se mete en un lío. Brinca y en menos de un segundo está en el sitio preciso para desalojar toda esa humedad...

¡Aaahh!!! Me salve una vez más.

Usted, el de allá, sí, usted. Yo sé que se está riendo orque esa vaina le pasa todas las mañanas ¿no? Solo que a veces no llega a tiempo y…, sí, eso: mejor deja la bulla… ¿sí? Entonces puedo continuar en cuanto me llenen el vaso porque necesito equilibrio y combustible.

Atalayo se duchó y lavó, se vistió y calzó, se fue para la cocina a preparar el café...

Llevo tres días consecutivos haciendo esto, y pensar que tenía un par de lustros que no lo hacía ¡La vida si es rara!

¡¡Señor Atalayo!! ¿pero qué hace usted en mi cocina? ¡siéntese, que ya está listo todo!! ¡Yo le sirvo, no se ocupe en nada!!

Así le gritó Bola Ocho, la señora de servicio a Atalayo quién soltó todo y se sentó mansamente.

Claro que Bola Ocho no es el nombre de ella, baquelita con detergente, pero así le puso Nomeolvides cuando la vio por primera vez, hacían ya más de quince años y nadie ya la volvió a llamar por su nombre.

La señora Bola Ocho, como podrán intuir, era morena, bueno, un poco más que morena. Inclusive un par de puntos más que ese que está detrás de la barra… Gorda..., redonda pues, bajita y tetona. Si agarran la bola ocho del pool y la ponen con el ocho de forma horizontal y se la imaginan con cabeza y extremidades, sabrán por qué Nomeolvides le puso así.

El caso es que la señora en cuestión tenía ya tantos años trabajando de servicio en casa de los Paredes Rojas, que casi igualaba la autoridad de la señora de la casa. Si no la tenía no era por falta de carácter sino porque nadie en el universo, salvo dios si es que existe, tenía más autoridad que Bombi Softail. Por eso, era la única persona que gritaba a todos en esa casa: al señor, a los muchachos, a las muchachas…, y le ronroneaba a la señora.

Hasta donde Atalayo sabía la señora Bola Ocho había nacido para el mundo en la costa centro occidental del país hace una cantidad indefinida de años, en un pueblo donde las mujeres normalmente trabajan, paren, engordan, trabajan, paren, engordan, trabajan, paren, engordan, trabajan, paren, engordan, hasta que no pueden realizar alguna de las tres funciones y se mueren.

Los hombres de ese mismo pueblo (y de este) en cambio, se emborrachan, bailan, cantan, duermen, preñan, se emborrachan, bailan, cantan, duermen, preñan, se emborrachan, bailan, cantan, duermen, preñan, se emborrachan, bailan, cantan, duermen, preñan, hasta que de igual forma algo les falla y solo se emborrachan... Claro que algunas personas rompen el círculo y varían la mezcla a su gusto, es decir, preñan primero y duermen después, o cantan y se emborrachan, o cualquier otra combinación de lo mismo.

Pero había otro tipo de personas que emigran del pueblo hacia las ciudades con más o menos suerte y de este tipo de gente es nuestra querida Bola Ocho.

Ella se había cansado de su borracho, decidiendo verlo una vez al mes nada más, se vino a probar suerte y resultó dueña y sub-señora de un caserón, tres hijos (además de los seis paridos por ella misma) una especie de sub-esposo sin derecho a cama, y una “alter ego” menos oscura de piel con la que compartía el cetro.

Carácter tiene de sobra, pues levantó a su marido y a sus seis hijos, de hecho, el hijo mayor de ella es ya empleado de la nómina mayor de la funeraria pues está a cargo de la contabilidad; tiene su esposa (que no le permite visitar a su madre, ni ayudarla económicamente ni nada) y un hijo pequeño que salió “café con leche”, donde su madre es la leche.

La ausencia de su hijo no molesta para nada a Bola Ocho ya que nunca recibió ayuda de ningún hombre, ni nunca la esperó. No le teme a nadie. Salvo a Bombi Softail de quién parece pensar que es la representante terrenal de alguna diosa bantú y por eso trata de mantenerla contenta haciéndole una pequeña ofrenda periódica que es aceptada con elegancia graciosa…

El caso es que ella, y solo ella, es la encargada ama y señora de las áreas de faena del caserón de los Paredes Rojas (área de faena es dónde lo hicieron a usted, para que se vaya ubicando en el mapa de la casa, tizón apagao) Además, como dijimos, comparte el resto de la casa con los demás.

Esto excluye la cocina...

¡Ya vi el despelote que me dejaron por toda la casa! ¡alguien estuvo revolviéndome todo en la cocina! ¡los cuartos hechos un nido de arrendajos!¡la ropa interior sucia toda regada! ¡Nomeolvides encontró novio otra vez! ¿será igual de pendejo que el último? ¡los del anexo ni han lavado los teteros de la criatura! (“A quién coño se refiere esta vieja loca? ¡Ah, a mi hijo y su esposa, si es verdad que se casó!”) (este Atalayo) ella se negaba a aceptar que hubieran dos familias en la misma casa. Eso no lo hacían los ricos, la gente bien, de buena familia. Eso son cosas de gentes de pueblo o del barrio (o de muelle) ¡Cada vez que doy la espalda es lo mismo, por eso no quiero tomar días libres ni nada!.

Decía todo esto mientras servía el café junto con un desayuno magistral con la cantidad de calorías exactas, con el balance perfecto de fibras y grasas, y en las proporciones justas.

Ordenes de la presidencia.
Atalayo escuchaba sin oír mientras tomaba sus alimentos cuando vio salir subrepticiamente a Nomeolvides por la puerta lateral, pasar rápidamente bajo la ventana de la cocina, salvar de tres zancadas el espacio entre la casa y el garaje, abrir el candado y la puerta, colarse dentro y cerrar de nuevo.

Atalayo arrugó el ceño y empezó a incorporarse para ir a averiguar lo que sucedía cuando sonó una extraña explosión dentro del garaje que no era el encendido del “Mercury”, se abrió el portón, salió Nomeolvides vestida de motorizada no dentro del “Mercury”, sino sobre una moto que él no había visto jamás. Cerró ella la puerta, puso el candado, y salió disparada dejando ruido, polvo y humo...

Todo esto antes de que Atalayo diera un paso.

Bombi Softail apareció en la cocina y dirigiéndose a los dos que allí estaban dijo: El nuevo novio de Nomeolvides…, y se sentó a comer.

Atalayo y Bola Ocho se quedaron a la expectativa esperando mientras Bombi Softail saboreaba la copiosa comida.

No, no es que la moto sea de su nuevo novio, la moto es el nuevo novio…, agregó al descuido y después de un rato como para disipar dudas.

Bola Ocho salió de la cocina haciéndose cruces por todo el cuerpo y mascullando algo ininteligible. Siempre hacía eso y nunca se supo si era por la barbaridad que escuchaba o por que no se acostumbraba a que le contestaran lo que estaba pensando.

Tú si que tienes vainas ¿cómo es eso de que su novio es la moto? ¿y el carro? ¿qué está pasando aquí?.

Lo que oyes, y no estoy clara del todo con el que sea la moto su novio o solo su amante. Siguió diciendo ella con naturalidad. Pero tiene su lado bueno pues nos podemos despreocupar de un embarazo antes de tiempo y de cualquier “ETS”.

¿Ves? De eso estábamos hablando hace un rato…

Que no me interrumpa, diablo. Ni siquiera a usted le acepto una interrupción hoy…

…A menos de que sea para servirle más ron ¿no?

Mi señora ¡usted siempre tan oportuna! Eche más ron en ese vaso entonces y déjeme seguir antes de que me enfríe…

¿A ver?

Ah, sí:

Atalayo no entendía nada como de costumbre, pero no sabía por qué, aquello no le daba risa.

Explícame chica, que no entiendo ¿qué hace ella con esa moto? ¿de dónde la sacó? ¿por qué tu dices eso?.

Bien, te lo puedo explicar, pero no es éste el sitio ni el momento para hacerlo. Habrá que esperar a la tarde, o poner en uso de nuevo la habitación privada del depósito. Mientras, no te preocupes por eso, que no es para nada grave.

La explicación no convenció mucho a nuestro amigo, pero “si ella lo decía, ella sabría”...

Sabina entraba en la cocina para desayunarse al mismo tiempo que sus padres terminaban.

Atalayo se puso de pie, le acercó una silla, la ayudó a sentar y le sirvió la leche. Era una costumbre que le había quedado a él desde que ella era pequeñita y no se había dado cuenta de que ya no le hacía falta.

Ella lo aceptaba con resignación pensando en que tal vez, después de que ella se independizara y se fuera de casa se vería libre de tomar leche en las mañanas, cosa que además de repugnarle le llenaba el estómago de gases. Pero por lo pronto lo soportaba más por el bien de su Papá que por el suyo propio.

¿Qué pasa aquí? ¿Electra le cambió el escape a su Shovelhead? comenzó a preguntar.

No, es tu hermana que salió con su nuevo novio—le respondió Atalayo, como quitándole importancia al asunto.

¿Tan temprano?

Aquí hay que hacer una salvedad, una aclaratoria: Atalayo nos ha venido pareciendo un completo “bueno para nada”, pero no es así. Seguro. Lo que pasa es que no aprobó nunca su examen final de convivencia, todo por no sé qué asunto de una disparidad de ciclos.

Parece que cuando hubo el cambio de frecuencia en el planeta, él no estaba poniendo atención y se perdió más de un detalle.

Bueno, pero sabía cosas que a otros se le escapaban, por ejemplo siempre supo la diferencia que había entre una “Totonaca” y una “Zapoteca”. Nunca se confundió en eso.

También, por ejemplo, sabía muy bien que un geosinclinal cuaternario podía originar el afloramiento de una anfibolita pegmatítica tronhdjiana ultra básica, que no había que confundir con las ígneas cretáceas ácidas... Muy importante...

No, no era un “bueno para nada”, era un “bueno para todo”… Una vez que aprendía el oficio.

Claro que había que explicarle muy bien sin saltarse nada, lentamente, y varias veces.

Por eso se le daban bien los “Do it your self” y esas cosas: había construido mesas para Samovar, boosters de ondas para radios de galena, modelos a escala de buques negreros con todos sus detalles internos, una maqueta de Pompeya bajo las cenizas del Vesubio (esta fue muy fácil, pues estaba hecha sin escala), formuló inclusive un limpiador líquido para tesoros hundidos mientras permanecieran estos bajo el agua. Donde fracasó fue en la comercialización del producto pues no contó con los sistemas para los efectos especiales de la industria cinematográfica que mostraban, sin necesidad de que el espectador se mojara, tesoros más vistosos e imponentes que los reales solo con el uso de las computadoras y unas horas de estudio de grabación.

Había también, por supuesto, construido el Low Rider.

Y si nos ponemos a ver, eso de ser Papá tampoco le ha salido mal del todo. Basta con fijarse en que la hija mayor le salió solo con problemas de atención y con gustos sexuales más bien mecánicos...

El varón, ¡que buena mujer es ese hombre!!! Bueno, no del todo, por lo menos no tiene la voz atiplada y prefiere las gordas que los gordos, eso ya es algo.

Y Sabina, bueno, ya conocemos a Sabina... No, no la conocemos, nadie la conoce, por lo tanto a esta no la podemos criticar y eso también es algo. Aunque de esta última sabemos que conoce el truquito ese que usa su Mamá para contestar la pregunta que otro formuló en su mente y que es una genio autodidacta con eso de los programas de informática.

Pero esta acotación era para Atalayo así que sigamos con él: es claro que el tipo sufre una especie de proceso evolutivo estacionario cuyo círculo solo puede ser roto por influencia expresa, intrusiva, invasiva, directa, violenta, reiterativa, insistente y sistemática de algún factor humano que no sea él mismo: su esposa. Esto lo digo porque no parece inmutarle ni los libros ni la radio o televisión, ni el periódico, ni cualquier medio indirecto de los que se sirve el ser humano para propagar su pensamiento; solo otro ser humano directamente, persona a persona y si es cuerpo a cuerpo la cosa mejor que mejor. Pero me dirán que si esto es así ¿cómo es qué se le dan tan bien los “Do it yourself”? -Pues sí se le dan, pero no aprende nada de ellos, solo pasa el tiempo para no tener que estar entre los demás oyendo cosas que no alcanza a entender del todo y encima teniendo que contestar coherentemente.

De habérselo propuesto su esposa él podría haber sido muy buen ejecutante de música con destreza para un sin fin de instrumentos dispares por no ser capaz de habituarse a ninguno. No sé si eso se llama autismo o algo así pero yo lo llamaría “concha gruesa e impermeable con cerradura especial y la única llave en manos de su mujer”.

Sigamos con el cuento.

… Sí, puede parecer raro pero ya sabes que en esta casa nada es verdaderamente raro en realidad, atajó Atalayo apelando a su manual personal de respuestas preconcebidas para todas las ocasiones. Esta era una de las de la sección de respuestas de gala.

No Papá, perdóname, pero esto sí que es raro en verdad. En todos los años que tengo viviendo con esta familia jamás Nomeolvides había dejado la casa para nada antes que nadie y mucho menos montando sobre su novio estruendosamente en plena calle y con esa pinta de antro “masoca”… respondió la niña con expresión preocupada.

“¿Masoca? Debe ser un término nuevo de esos mal pronunciados que usan los chamos ahora y debe querer decir alguna cosa referente al maíz. No sé a que viene pero mejor ni pregunto”.

¡Esa Nomeolvides si que tiene bolas de verdad!! ¿cómo se le ocurre salir a todo dar a esta hora? ¡ya me despertó a la bebé, y yo que quería dormir tarde hoy!!. Este fue HD que apareció despeinado, con la pequeña Victory en brazos armando su berrinche matinal.

Detrás venía Electra de bluejeans y camiseta sin mangas calzando sus botas de suelas claveteadas. (“Es que no me acostumbro. Sí es verdad que HD se casó”) Llevaba el cabello recogido en dos crinejas bajas muy apretadas el casco y los guantes ya puestos. Si no hubiera sido porque la ropa le apretaba más de lo que parece resultar cómodo y sensato, y que bajo ella no llevaba lo que se suele llevar debajo (como sea que se llame cuando son de ese tamaño) y que era más bien obviamente protuberante este detalle, se le hubiera podido confundir con algún galo fuerte y pelirrojo, bajo de tórax, natural de Le Conquet, y más o menos del cincuenta y dos A.C.

Ella murmuró algo a modo de saludo, tomó su café negro y sin azúcar en pie, murmuró otra cosa para la despedida y salió rumbo al garaje. Poco después se escuchó el “pof-pof” ensordinado de su Electraglide y se alejó rumbo a su sitio de trabajo… Creo que no había mencionado el oficio de Electra, no, no lo dije… Ella es la jefe de almacén de la funeraria. Es la encargada de recibir las urnas, revisarlas, almacenarlas, actualizar las existencias y todo lo que debe hacer un buen jefe de almacén, según dicta el “programa”.

Trabajaba allí ya antes de que se conocieran Electra y HD. Allí la vio él por vez primera, no pudo evitarlo pues iba a entrar al estacionamiento del personal en una época en la que el portón de entrada estaba funcionando mal y hacía falta la fuerza de un par de porteros gorilones para abrirlo, justo en el momento en el que él llegó y se disponía a bajar del Panhead para abrir la inmensa puerta iba saliendo un camión del almacén y la puerta se abrió ante sus ojos, él entró, salió el camión y se cerró la puerta tras él. “¡Coño, las cosas mejoran, no solo repararon el portón si no que le pusieron motor...” pensaba justo cuando le preguntaron que si por ser hijo de los dueños podía parar su mini moto donde le diera la gana...

… ¿Mini moto? ¿qué demo...?... empezó HD justo para interrumpirse como atragantado al ver pasar a esa montaña de mujer... Como un petrolero navegando al lado de una lanchita deportiva.

Ella pasó junto a él sin siquiera mirarlo muy atareada y atenta a los papeles del embarque que acababa de recibir.

Él intentó buscarla y sacarle conversación pero no la volvió a ver. Fue mucho después de eso que se encontraron en la fiesta en el bar del moto club y sucedió todo lo que ya les conté, y aprovechen la palomita para servirme mas caña porque lo que soy yo ya estoy seco… Y por cierto, sírvale a los anfitriones también, no sea que se me enratonen y les de por irse a casa, miren que tengo los motores a punto…

… Pues bien, les contaba que ya ella (Electra) había trabajado con éxito en una floristería como jefe de despacho. Era la encargada de recibir los pedidos telefónicos (lo hacía muy bien y los clientes quedaban tentados a enviar un ramo de rosas rojas a ella también confundidos por su ronroneo al aparato) pasar los encargos al florista y luego de confeccionados los ramos los enviaba con los mensajeros.

Dejó el oficio porque el florista siempre se quejaba de que con ella ahí obstruyéndole la entrada de la luz natural él no podía trabajar a gusto. Como el sitio que quedaba disponible era dentro de la nevera de las flores y ya hemos dicho que ella no usaba ropa interior esto provocaba los comentarios más desagradables de la clientela femenina por las dimensiones perennes de los pezones de Electra. Se cansó de esto las habladurías, y lo dejó.

Es traductora diplomada, había trabajado en eventos donde esta profesión se ejerce de modo simultáneo con el que habla. También cambió de trabajo por no sé qué asunto de negarse la ONU a agrandar las cabinas de los traductores. Así es la vida: los de arriba no quieren nada con los de abajo…

Fue Somelier… ¿somequé? Hay que ver las pendejadas que usted inventa para venir a escupir aquí, claro, como lo que viene para acá es puro ignorante… No sea tan bruto, coño… Señora Octavia, explíquele a este ceporro lo que es un somelier. De repente y mejora el servicio aquí viendo que hay algo más en la vida que este rancho de muelle tan lejano al mar… Pues sí, señor Santos, un somelier no solo existe, sino que es un especialista en vinos que trabaja en… No, no me diga más, que me basta con que exista…, siga contando y haga como que yo ya me fui… A ver si se va de verdad y esta noche le sale gratis a mis amigos y mecenas aquí presentes… Bueno, si así es la vaina, esta noche invito yo… ¡coño! ¡esa es buena! ¡Traiga entonces el ron del bueno para celebrar!... Está bien, pero siga contando… Les contaba de Electra que trabajo de somelier en un restaurant de mucho lujo pero la clientela tampoco se acostumbraba a recibir las sugerencias de una especie de vikinga achispada. Además se le dificultaba el circular con soltura entre las mesas así como enfundarse dentro del reglamentario traje de etiqueta. Dejó este oficio con pesar y con el récord de recomendaciones impoluto pues jamás recibió queja alguna de ningún cliente. No sabemos si fue por sus aciertos o porque nadie se atrevió nunca a contradecirla.

Junto con una amiga muy emprendedora pusieron una línea caliente de esas que llaman “ochocientos porno”, pero en breve se hartó de lo poco original de las solicitudes masculinas que ya la hacían sentir como quien reza una letanía o un mantra. Mantuvo el negocio mientras reunía la amiga el dinero para comprar su parte del negocio y también dejó esto.

Su propio padre la contrató un tiempo para que le ayudara en la importadora, pero le resultaba incómodo tratar sus negocios turbios bajo la mirada inquisitiva de su hija y esto no era por algún tipo de conflicto moral, la cosa es que siempre le pareció que su hija estaba a punto de darle unos coñazos. Intentó entonces con la finca de ganadería pero las vacas al verla se negaban a dar la leche, los quesos no cuajaban, los vaqueros comenzaban a ir con cuidado y bajaban el rendimiento. Además de que la motocicleta se le ensuciaba mucho en el camino. Dejó esto también.

Luego vio un anuncio en la prensa que solicitaba personal para trabajar en una funeraria y acudió como por no dejar. Allí se entrevistó con el jefe de personal, cargo que desde aquel entonces ya era del hijo de Bola Ocho (Paco Montaño del que hablaremos largamente luego, quién no se graduaba aun de contador público ni mucho menos había hecho sus post-grado aunque ya contaba entre sus amistades con cualquier clase de extorsionadores, recuperadores, aguantadores, falsificadores, abogados y policías por supuesto) Él la entrevistó y le otorgó el cargo de inmediato.

Nunca se supo tampoco si fue por las credenciales presentadas por ella, o porque le amenazó con darle una paliza si no la contrataba. De todos modos ella se desempeñó bien acarreando los cadáveres primero, almacenando urnas después.

Ahora, después de casada con el hijo de los dueños y madre de una heredera del emporio fúnebre había recibido ciertos beneficios como fue el de un horario laboral elástico sin mengua en el salario. Trabajaba desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde hora en la que se iba de vuelta a casa para intentar cuidar un rato a su hija, aunque esto no se le diera muy bien mientras HD salía a su trabajo en el bar.

Él trabajaba de tres de la tarde a diez de la noche, cosa totalmente falsa además, por cierto. Su rutina consistía en abrir el bar, recibir y pagar a los proveedores, seleccionar, contratar y coordinar el personal de mesas, organizar los distintos motivos de las fiestas (ya se sabe: que si la noche de las franelas mojadas, la noche de los pantalones aceitados, la de la guzpatarra motera, y ese tipo de cosas) atendía la caja y las cuentas, el pote común de las propinas, y cuando el sitio estaba muy lleno también la hacía de mesero.

Su plan era el de reunir el dinero suficiente como para abrir su propio bar, porque el espécimen que tenía por jefe, el dueño del bar que era un ser a medio camino entre Willie Nelson y el Manitú, que más daba miedo y asquito que cualquier otra cosa no le producía confianza.

El tipo es una medusa gigante, con cabeza de arpía, piel de serpiente cascabel, aliento de laguna de oxidación, mirada miope, de muy mal vibre, -¡ah! y chaqueta de cuero negro- (Bueno, para que se lo imaginen, agarren a Jabba, el gángster de la guerra de las galaxias, le ponen una peluca de indígena nativo americano con coleta y todo, una chaqueta de flecos, y bigote con perilla a lo general Custer).

El tipo no hablaba, solo hacía señas y emitía unos extraños sonidos cómo de contra enchapado viejo que se va quebrando, los que le entendía lo hacían porque habían bebido lo mismo que él. Ya se podrán imaginar que un personaje como este no es el más indicado para ofrecerle una sociedad mercantil.

Dicen de él que una vez estuvo casado con una cantante de música de protesta, en los tiempos en que el bar estaba nuevo. Que inclusive tuvieron un hijo, o una hija, nadie lo recuerda ya. Pero la cantante era una hippie de buena familia. El padre, de esos que conocen su árbol genealógico más arriba del doble chozno. La madre, de esas que vienen del extranjero, cuyos padres llegaron a estas latitudes huyéndole a las guerras de allá; muy linda, sin un céntimo pero con mucho mundo recorrido, ideas “distintas y brillantes”, todas “brillantes”, de esas que brillan tanto que nadie las puede mirar de frente.

La hija (única) les sale contestataria, izquierdista, autodenominada revolucionaria, casi jacobina, de las que parecen estar molesta con todos todo el tiempo y desaprobar inequívocamente a todo aquel que no coma alfalfa; ella se viste con ropas de reminiscencias hinduistas, se amarra el pelo con sus propias crinejas y una corona de flores, anda con una guitarra debajo de un brazo y el mapire con el incienso debajo del otro, se cambia el nombre que tiene (Susana, o algo así. Sí, Susana Miranda Falkenhagen, la madre es bisnieta del muy célebre) por uno en sánscrito que traduce algo como “Saludo el resplandor del primer lucero de la noche que ilumina tu sonrisa cuando cantan los sapitos del estanque” (pero que en el sánscrito ese suena parecido a “stand-by”, o “sun-bay”), andan cantando por ahí contra todo lo que tenga algún orden en tonalidades menores, pero con acordes de “folk” anglosajón (hay gente así. Palabra) para dar mucho efecto de sensibilidad inclusive arrojó en una época pintura sobre los abrigos de piel; le mete al loco y por llevar la contraria se casa (bueno, no se casó pues no sería acorde con su rebeldía) con este engendro (bueno, primero fue solamente el usual concúbito pero con el tiempo lo legalizó como para no dejar lugar a la duda. Admito que esto de legalizarlo es una mera figura para evitar explicaciones profundas. En realidad fue una ceremonia privada y oficiada por uno de los habituales vestido de anti-sacerdote). Sostiene la situación mientras su ego la obliga y la familia le lleva la contraria pero en lo que se descuidan desaparece ella totalmente de la faz de la tierra para no tener que justificar nada.

Y eso fue lo que le pasó a Pietro Ergastolani, que así se llama el dueño del bar.

Cuentan los viejos del lugar, los que todavía quedan por ahí, que él se vio envuelto en un asunto oscuro del secuestro y muerte de unas quintillizas ninfómanas muy famosas en su época por haber montado el más famoso lupanar del continente (opinión de los conocedores del género, que yo no sé nada del tema) cuyo principal atractivo era el número de Drácula, bueno, del vampiro.

Mire, señor Gustavo, con el mayor de los respetos: si yo estoy brindando las rondas esta noche, lo menos que puede usted es echar el cuento de manera que entendamos todos. Ande, no sea repelente, eche el cuento con palabras normalitas y todo ¿puede?

Bueno, voy a intentar porque la regla de oro es que el que tiene el oro hace las reglas. Pero no se haga muchas ilusiones…

Sí, estaba por contar lo del numerito de circo prostibulario… El asunto consistía en que te metían al cuarto de los espejos en la cama con una de ellas, y en las otras cuatro imágenes faltabas tú... O más asombroso aun, estaba otra persona... Estas quintillizas, junto con el Ergastolani, y algunos más eran seguidores de los escritos del reverendo Crowley y las misas eran celebradas en los sótanos del bar que en aquellos días era el lupanar, con el librito de LeVey por guía (cosa que ignora HD, y que yo no le conté porque nunca me atreví) Las misas las oficiaba cualquiera de los machos presentes y en ellas se desfloraba una virgen.

Por esto les resultaba bien aquello de ser quintillizas, porque así se los cosían por turnos y como quiera que las misas esas se celebraban solo en luna nueva daba chance a que cicatrizaran bien y les volviera a doler y todo no teniendo que desvirgar siempre a la misma… Muy prácticos ellos, así no molestaban a nadie con sus cosas, ya se sabe: vive y deja vivir.

El caso es que una de las quintillizas consiguió un novio respetable que consentía en casarse con ella si esta se dejaba la cosa remendada, ella así lo hizo y desde entonces el negocio fue decayendo... Precisamente, la esposa de Ergastolani escapó después de uno de esos ritos, que ella nunca aprobó, porque no logró imponer la sangre de soya, dicen…, buéh, así es la gente…

Luego vino el terremoto aquel que tumbó la mitad de los edificios de la ciudad cegando la salida del sótano aquel justo a la hora de mayor concurrencia, dejando presos en él a todos los que asistían al evento.

No me quiero imaginar como lo pasaron ahí dentro pues solo tenían para comer los hongos fosforescentes que crecían en las paredes húmedas, el agua que perdía la tubería de las cloacas, la cera de las velas negras, a ellos mismos, y una lámpara de luz ultravioleta.

De allí solo salió Ergastolani (que se sepa) muchos meses después del terremoto. Le recluyeron en un hospital, luego en un psiquiátrico y a la cárcel después. No hubo modo de que respondiera al interrogatorio, nadie pudo entender lo que él decía. En cuanto cumplió su condena (y los cancerberos dieron gracias al altísimo) la cual no fue muy larga porque no se encontraron los cadáveres, regresó al lupanar, burdel, perdón…, lo reconstruyó lo mejor que pudo (no tenía problemas de dinero porque posee un par de puntos en las empresas familiares cuyos estatutos no lo excluían por su condición de ex-presidiario dada la naturaleza de la empresa, la cual era una transnacional de la construcción. Y con la propiedad del inmueble tampoco tuvo problema porque lo primero que hace esta secta al configurarse es que todos sus integrantes redactan testamento a favor de los demás, así que el último que sobrevive queda con todo. Ya se sabe que se puede perder la vida, pero nunca las propiedades) y lo convirtió en el bar que es hoy.

Dicho bar ocupa la planta baja de un pequeño edificio de tres niveles en una zona decadente de la ciudad, digo decadente y es más que solamente una figura: el sitio completo está que se cae, por ahí solo funcionan algunas fabricas de dudosa producción, uno que otro local nocturno de muy alta peligrosidad, una iglesia evangélica del santo primigenio en los días del orto (o un nombre por el estilo), muchos edificios invadidos de indigentes, un estacionamiento público que es más un cementerio a donde van a morir los carros sin amo que nadie reclama y que el encargado ha convertido en su propia empresa de accesorios y repuestos “antiques”.

Hay también casas de pensión para “señores solos y señoritas de muy probada reputación”. En esta zona (que ya deben haber ubicado) está el edificio del que hablamos. En el nivel más alto vive Ergastolani con su gato de angora blanco impoluto y embalsamado, único recuerdo que le quedó de Susana la que brillaba y todo lo demás.

En el del medio funciona una textilera de un judío que hace copias baratas de ropa interior femenina de marca.

En la baja está el bar con sus dependencias y se sospecha que hay un sótano pues cuenta el viejito judío que cuando llega muy temprano en la madrugada a cuadrar las cuentas o a deslomar a las costureras otro poquito se oyen risas y gritos monótonos que nada tienen que ver con los ruido habituales de un bar, más parecen letanías en algún idioma que él no conoce. Claro que él solo sabe de polaco, de inglés, algo de alemán (por un retiro obligatorio que hizo a principio de los años cuarenta) y muy poco de español, lo justo para que no lo jodan con los documentos legales.

Bueno, pero no me voy a largar ahora a hablar del judío este que no tiene nada de interesante ¿hechos más resaltantes tal vez? –Llegó a este país a finales de los años cuarenta ya casado, comenzó comprando y vendiendo camisas que otros hacían hasta llegar a tener toda una cadena de tiendas que poco a poco convirtió en la casa de las pantaletas. Paga el alquiler muy regateado pero puntual; tienen un contrato que lleva años de redactado pero el condenado judío siempre regatea el pago. Tuvo tres hijas todas menudas, pelirrojas, pecosas y esquizofrénicas como suele ocurrir, se fueron a vivir a New York, y por allá se casaron. La esposa de él nunca aprendió a hablar el español pero siempre va al negocio. Una típica familia judía perfectamente disfuncional como corresponde. -En resumen: nada del otro mundo.

Y HD sueña con tener un sitio como este para él solo. Eso pasa por desear algo conociéndolo solo superficialmente. No es que él intuya toda la historia del sitio, pues de hecho no tiene ni idea, y que por esto es que le atrae el sitio. Hemos visto ya que existe gente que prefiere las cosas difíciles, oscuras y complicadas, hay gente así, pero no es este el caso. Ya sabemos que HD es un tipo tranquilo, extrañamente tranquilo. Supongo que si se enterara del bagaje del lugar se tele-transportaría de inmediato a algún confín de la galaxia. En una de estas me animo y hago que se entere para ver qué hace.

Sí, bueno, todo ese enredo del bar está interesante, pero ¿qué fue se Nomeolvides? Lo último que supimos de ella fue que se escapó temprano montada sobre su novio nuevo…

Señora Octavia, usted siempre tan precisa. Es verdad, no hemos hablado de eso pero Creo que seguiremos mañana, porque está como tarde ya ¿no? Además, si abusamos de Don Adoquín es capaz de no brindarnos más nunca…

Está bien. Será hasta mañana…

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Guiñol de la realidad verdadera pero de la que se percibe con el rabito del ojo, porque digamos que es más fácil así evadirse del engaño..., o algo por el estilo.