viernes, 21 de noviembre de 2008

CAPÍTULO ONCE, QUE ES EL DE LAS COMPLICACIONES.

DESPIERTAN TODOS.

GARAGE LLENO.

Caramba, mi amor, caramba…, no te asustes, no voy a cantar… Es que me pongo a pensar en que el señor Gustavo me ofreció cuando lo conocí, contarme una historia que pagaría con largueza el vaso de ron que le brindé esa vez y mil más. No sé cuántos vasos de ron lleva, pero a juzgar por los siete u ocho que se echa por capítulo, no lleva los primeros cien de los mil y un vasos de ron que me va a costar el cuento este.

Bueno, tampoco hay que preocuparse demasiado por el costo, porque ponte a ver: un libro de, digamos, unas doscientas páginas y de una editorial solidaria pero sin exagerar, puede costar más de diez veces lo que costarían un millón de botellas del bebedizo ese que venden por ron en la taguara del señor Santos. Yo que tú ni me preocuparía por eso.

No, me expresé pésimamente. Lo que estaba calculando era más bien el costo hora hombre, porque llevamos más de una semana asistiendo al espectáculo del cuenta cuentos este y no llevamos ni cien roncitos. Calculo entonces que nos vamos a echar como medio año en este proyecto, y eso, en horas hombre, es una fortuna…, la verdad…, el ron entra en la ecuación como consumible…

Sí, y además lo puedes considerar un gasto reembolsable a juzgar por lo que devuelve al día siguiente ¿no?

Requete reembolsable en bolsa por bolsa, en más de un modo. Pero la verdad es que el cuento está interesante… Y no, no me inquieta lo relativo al paso de nuestras niñas a adolescentes.

Esa sí que es una gran sorpresa para mí. Yo pensé que te esmerarías en conseguir un par de docenas de excusas para angustiarte y hasta agarrar un lumbago de campeonato.

Bueno, sí, el asunto de la exploración sexual, de las enfermedades, de los embarazos indeseados, de los desengaños, el manoseo y todo lo demás…, no sé, imaginar a mis bebecitas en esa vaina claro que me angustia… Pero ¡buéh! ¿qué coño voy a hacer? Y algún día hasta yo tendré nietos y espero que no sean por cosas de Spallanzani…

Sigo sorprendidísima, imagínate que llegué a pensar que dejarías de querer asistir al bar de la esquina, que empezarías a darle la vuelta a la cuadra al revés para no encontrarte con el señor Gustavo…, en fin…, no sé, que no querrías escuchar sobre el tema…

Mira mi amorcita, no te pierdas, el señor ese está hablando de otra gente. El cuento es sobre un grupo bastante rarito…, tienes que estar de acuerdo conmigo que no te imaginas a ninguna de las dos carricitas nuestras masturbándose con una moto…

Visto así…

Por cierto que ya va siendo la hora de ir a nuestro encuentro diario. No sé si ir, o saltarme este día. Estoy con ganas de descansar más bien. Tú qué opinas.

Nada, que vayamos cerrando esto más bien y nos vayamos a ocupar nuestra mesa, mira que hay más gente interesada y ¿no notaste lo lleno que se puso el bar ayer?

Es verdad. Vámonos. Pero esto ha sido una redoblona seria. En lo que pase la temporada nos vamos aunque sea una semanita de vacaciones.

Claro. A donde tú quieras, menos a Choroní.

¡Santas y buenas noches a todos los presentes y ausentes! ¡bienvenidos a este tugurio de trigésima categoría! ¡se hace lo que se puede! ¡adelante! ¡adelante!

¿Qué le pasa señor Gustavo? ¿qué bebió?

Aun nada, pero ya llegaron mis mecenas y así mis cenas están cargadas de espíritu que podría ser mejor, para qué negarlo, pero hoy no me voy a quejar porque estoy contento: siéntense mis buenos señores… Señor. Señora, bella señora. Pasen a esta punta de muelle y que buen santo los alumbre, porque lo que soy yo vengo prendido desde ayer noche, sin exagerar.

El señor Gustavo está más exuberante que de costumbre ¿eh? Pero hablemos en jerga arrabalera para que la gelatina de basalto con guano encima nos siga por estos caminos narrativos…

A callarse la jeta todo el mundo. Usted también, rata de muelle. Que voy a empezar: Si no perdí la cuenta de los días en este cuento que nos ocupa, este amanecer corresponde allá a un lunes perfectamente laboral, además.

Con todo el fastidio del caso, han de dejar sus camas calienticas para cumplir con los respectivos deberes de rigor mortis por cosas de la ocupación… Y es así como ocurre que Sabina sale del asiento de atrás del automóvil de su padre rumbo al cuarto de baños para hacer lo que hay que hacer en las mañanas antes de salir de casa, incluyendo la sentada en el trono para dejar salir lo que quede del festín dominguero. Y si no se acuerda de que la carajita dormía ahí, el peo es suyo…

Nomeolvides abre los ojos, comienza a recordar, piensa en su madre y acto seguido enciende la música para interferir las señales tal como hacen los de la KGB en las películas. Ella sabe que con toda seguridad esto no sirve de nada (también los de la KGB esa) pero es mejor hacerlo por las dudas.

Victoria les informa a todos que ya se despertó y que tiene hambre, mucha hambre. Los alaridos son entre tiroleses y Treblinkeses (melismáticos todos)..., se oyen murmullos, tintineos, más alaridos que se van convirtiendo en unos balidos, más murmullos y tintineos y luego silencio... “Lograron meterle el tetero en las tragaderas al pequeño monstruo”…

Atalayo abre los ojos, mira a su lado: y ahí está la protuberancia habitual. Todo parece estar en su sitio, él tiene ganas de mear, más que ganas, si no brinca de la cama, se mete en un lío. Brinca y en menos de un segundo está en el sitio preciso para desalojar toda esa humedad...

¡Aaahh!!! Me salve una vez más.

Usted, el de allá, sí, usted. Yo sé que se está riendo orque esa vaina le pasa todas las mañanas ¿no? Solo que a veces no llega a tiempo y…, sí, eso: mejor deja la bulla… ¿sí? Entonces puedo continuar en cuanto me llenen el vaso porque necesito equilibrio y combustible.

Atalayo se duchó y lavó, se vistió y calzó, se fue para la cocina a preparar el café...

Llevo tres días consecutivos haciendo esto, y pensar que tenía un par de lustros que no lo hacía ¡La vida si es rara!

¡¡Señor Atalayo!! ¿pero qué hace usted en mi cocina? ¡siéntese, que ya está listo todo!! ¡Yo le sirvo, no se ocupe en nada!!

Así le gritó Bola Ocho, la señora de servicio a Atalayo quién soltó todo y se sentó mansamente.

Claro que Bola Ocho no es el nombre de ella, baquelita con detergente, pero así le puso Nomeolvides cuando la vio por primera vez, hacían ya más de quince años y nadie ya la volvió a llamar por su nombre.

La señora Bola Ocho, como podrán intuir, era morena, bueno, un poco más que morena. Inclusive un par de puntos más que ese que está detrás de la barra… Gorda..., redonda pues, bajita y tetona. Si agarran la bola ocho del pool y la ponen con el ocho de forma horizontal y se la imaginan con cabeza y extremidades, sabrán por qué Nomeolvides le puso así.

El caso es que la señora en cuestión tenía ya tantos años trabajando de servicio en casa de los Paredes Rojas, que casi igualaba la autoridad de la señora de la casa. Si no la tenía no era por falta de carácter sino porque nadie en el universo, salvo dios si es que existe, tenía más autoridad que Bombi Softail. Por eso, era la única persona que gritaba a todos en esa casa: al señor, a los muchachos, a las muchachas…, y le ronroneaba a la señora.

Hasta donde Atalayo sabía la señora Bola Ocho había nacido para el mundo en la costa centro occidental del país hace una cantidad indefinida de años, en un pueblo donde las mujeres normalmente trabajan, paren, engordan, trabajan, paren, engordan, trabajan, paren, engordan, trabajan, paren, engordan, hasta que no pueden realizar alguna de las tres funciones y se mueren.

Los hombres de ese mismo pueblo (y de este) en cambio, se emborrachan, bailan, cantan, duermen, preñan, se emborrachan, bailan, cantan, duermen, preñan, se emborrachan, bailan, cantan, duermen, preñan, se emborrachan, bailan, cantan, duermen, preñan, hasta que de igual forma algo les falla y solo se emborrachan... Claro que algunas personas rompen el círculo y varían la mezcla a su gusto, es decir, preñan primero y duermen después, o cantan y se emborrachan, o cualquier otra combinación de lo mismo.

Pero había otro tipo de personas que emigran del pueblo hacia las ciudades con más o menos suerte y de este tipo de gente es nuestra querida Bola Ocho.

Ella se había cansado de su borracho, decidiendo verlo una vez al mes nada más, se vino a probar suerte y resultó dueña y sub-señora de un caserón, tres hijos (además de los seis paridos por ella misma) una especie de sub-esposo sin derecho a cama, y una “alter ego” menos oscura de piel con la que compartía el cetro.

Carácter tiene de sobra, pues levantó a su marido y a sus seis hijos, de hecho, el hijo mayor de ella es ya empleado de la nómina mayor de la funeraria pues está a cargo de la contabilidad; tiene su esposa (que no le permite visitar a su madre, ni ayudarla económicamente ni nada) y un hijo pequeño que salió “café con leche”, donde su madre es la leche.

La ausencia de su hijo no molesta para nada a Bola Ocho ya que nunca recibió ayuda de ningún hombre, ni nunca la esperó. No le teme a nadie. Salvo a Bombi Softail de quién parece pensar que es la representante terrenal de alguna diosa bantú y por eso trata de mantenerla contenta haciéndole una pequeña ofrenda periódica que es aceptada con elegancia graciosa…

El caso es que ella, y solo ella, es la encargada ama y señora de las áreas de faena del caserón de los Paredes Rojas (área de faena es dónde lo hicieron a usted, para que se vaya ubicando en el mapa de la casa, tizón apagao) Además, como dijimos, comparte el resto de la casa con los demás.

Esto excluye la cocina...

¡Ya vi el despelote que me dejaron por toda la casa! ¡alguien estuvo revolviéndome todo en la cocina! ¡los cuartos hechos un nido de arrendajos!¡la ropa interior sucia toda regada! ¡Nomeolvides encontró novio otra vez! ¿será igual de pendejo que el último? ¡los del anexo ni han lavado los teteros de la criatura! (“A quién coño se refiere esta vieja loca? ¡Ah, a mi hijo y su esposa, si es verdad que se casó!”) (este Atalayo) ella se negaba a aceptar que hubieran dos familias en la misma casa. Eso no lo hacían los ricos, la gente bien, de buena familia. Eso son cosas de gentes de pueblo o del barrio (o de muelle) ¡Cada vez que doy la espalda es lo mismo, por eso no quiero tomar días libres ni nada!.

Decía todo esto mientras servía el café junto con un desayuno magistral con la cantidad de calorías exactas, con el balance perfecto de fibras y grasas, y en las proporciones justas.

Ordenes de la presidencia.
Atalayo escuchaba sin oír mientras tomaba sus alimentos cuando vio salir subrepticiamente a Nomeolvides por la puerta lateral, pasar rápidamente bajo la ventana de la cocina, salvar de tres zancadas el espacio entre la casa y el garaje, abrir el candado y la puerta, colarse dentro y cerrar de nuevo.

Atalayo arrugó el ceño y empezó a incorporarse para ir a averiguar lo que sucedía cuando sonó una extraña explosión dentro del garaje que no era el encendido del “Mercury”, se abrió el portón, salió Nomeolvides vestida de motorizada no dentro del “Mercury”, sino sobre una moto que él no había visto jamás. Cerró ella la puerta, puso el candado, y salió disparada dejando ruido, polvo y humo...

Todo esto antes de que Atalayo diera un paso.

Bombi Softail apareció en la cocina y dirigiéndose a los dos que allí estaban dijo: El nuevo novio de Nomeolvides…, y se sentó a comer.

Atalayo y Bola Ocho se quedaron a la expectativa esperando mientras Bombi Softail saboreaba la copiosa comida.

No, no es que la moto sea de su nuevo novio, la moto es el nuevo novio…, agregó al descuido y después de un rato como para disipar dudas.

Bola Ocho salió de la cocina haciéndose cruces por todo el cuerpo y mascullando algo ininteligible. Siempre hacía eso y nunca se supo si era por la barbaridad que escuchaba o por que no se acostumbraba a que le contestaran lo que estaba pensando.

Tú si que tienes vainas ¿cómo es eso de que su novio es la moto? ¿y el carro? ¿qué está pasando aquí?.

Lo que oyes, y no estoy clara del todo con el que sea la moto su novio o solo su amante. Siguió diciendo ella con naturalidad. Pero tiene su lado bueno pues nos podemos despreocupar de un embarazo antes de tiempo y de cualquier “ETS”.

¿Ves? De eso estábamos hablando hace un rato…

Que no me interrumpa, diablo. Ni siquiera a usted le acepto una interrupción hoy…

…A menos de que sea para servirle más ron ¿no?

Mi señora ¡usted siempre tan oportuna! Eche más ron en ese vaso entonces y déjeme seguir antes de que me enfríe…

¿A ver?

Ah, sí:

Atalayo no entendía nada como de costumbre, pero no sabía por qué, aquello no le daba risa.

Explícame chica, que no entiendo ¿qué hace ella con esa moto? ¿de dónde la sacó? ¿por qué tu dices eso?.

Bien, te lo puedo explicar, pero no es éste el sitio ni el momento para hacerlo. Habrá que esperar a la tarde, o poner en uso de nuevo la habitación privada del depósito. Mientras, no te preocupes por eso, que no es para nada grave.

La explicación no convenció mucho a nuestro amigo, pero “si ella lo decía, ella sabría”...

Sabina entraba en la cocina para desayunarse al mismo tiempo que sus padres terminaban.

Atalayo se puso de pie, le acercó una silla, la ayudó a sentar y le sirvió la leche. Era una costumbre que le había quedado a él desde que ella era pequeñita y no se había dado cuenta de que ya no le hacía falta.

Ella lo aceptaba con resignación pensando en que tal vez, después de que ella se independizara y se fuera de casa se vería libre de tomar leche en las mañanas, cosa que además de repugnarle le llenaba el estómago de gases. Pero por lo pronto lo soportaba más por el bien de su Papá que por el suyo propio.

¿Qué pasa aquí? ¿Electra le cambió el escape a su Shovelhead? comenzó a preguntar.

No, es tu hermana que salió con su nuevo novio—le respondió Atalayo, como quitándole importancia al asunto.

¿Tan temprano?

Aquí hay que hacer una salvedad, una aclaratoria: Atalayo nos ha venido pareciendo un completo “bueno para nada”, pero no es así. Seguro. Lo que pasa es que no aprobó nunca su examen final de convivencia, todo por no sé qué asunto de una disparidad de ciclos.

Parece que cuando hubo el cambio de frecuencia en el planeta, él no estaba poniendo atención y se perdió más de un detalle.

Bueno, pero sabía cosas que a otros se le escapaban, por ejemplo siempre supo la diferencia que había entre una “Totonaca” y una “Zapoteca”. Nunca se confundió en eso.

También, por ejemplo, sabía muy bien que un geosinclinal cuaternario podía originar el afloramiento de una anfibolita pegmatítica tronhdjiana ultra básica, que no había que confundir con las ígneas cretáceas ácidas... Muy importante...

No, no era un “bueno para nada”, era un “bueno para todo”… Una vez que aprendía el oficio.

Claro que había que explicarle muy bien sin saltarse nada, lentamente, y varias veces.

Por eso se le daban bien los “Do it your self” y esas cosas: había construido mesas para Samovar, boosters de ondas para radios de galena, modelos a escala de buques negreros con todos sus detalles internos, una maqueta de Pompeya bajo las cenizas del Vesubio (esta fue muy fácil, pues estaba hecha sin escala), formuló inclusive un limpiador líquido para tesoros hundidos mientras permanecieran estos bajo el agua. Donde fracasó fue en la comercialización del producto pues no contó con los sistemas para los efectos especiales de la industria cinematográfica que mostraban, sin necesidad de que el espectador se mojara, tesoros más vistosos e imponentes que los reales solo con el uso de las computadoras y unas horas de estudio de grabación.

Había también, por supuesto, construido el Low Rider.

Y si nos ponemos a ver, eso de ser Papá tampoco le ha salido mal del todo. Basta con fijarse en que la hija mayor le salió solo con problemas de atención y con gustos sexuales más bien mecánicos...

El varón, ¡que buena mujer es ese hombre!!! Bueno, no del todo, por lo menos no tiene la voz atiplada y prefiere las gordas que los gordos, eso ya es algo.

Y Sabina, bueno, ya conocemos a Sabina... No, no la conocemos, nadie la conoce, por lo tanto a esta no la podemos criticar y eso también es algo. Aunque de esta última sabemos que conoce el truquito ese que usa su Mamá para contestar la pregunta que otro formuló en su mente y que es una genio autodidacta con eso de los programas de informática.

Pero esta acotación era para Atalayo así que sigamos con él: es claro que el tipo sufre una especie de proceso evolutivo estacionario cuyo círculo solo puede ser roto por influencia expresa, intrusiva, invasiva, directa, violenta, reiterativa, insistente y sistemática de algún factor humano que no sea él mismo: su esposa. Esto lo digo porque no parece inmutarle ni los libros ni la radio o televisión, ni el periódico, ni cualquier medio indirecto de los que se sirve el ser humano para propagar su pensamiento; solo otro ser humano directamente, persona a persona y si es cuerpo a cuerpo la cosa mejor que mejor. Pero me dirán que si esto es así ¿cómo es qué se le dan tan bien los “Do it yourself”? -Pues sí se le dan, pero no aprende nada de ellos, solo pasa el tiempo para no tener que estar entre los demás oyendo cosas que no alcanza a entender del todo y encima teniendo que contestar coherentemente.

De habérselo propuesto su esposa él podría haber sido muy buen ejecutante de música con destreza para un sin fin de instrumentos dispares por no ser capaz de habituarse a ninguno. No sé si eso se llama autismo o algo así pero yo lo llamaría “concha gruesa e impermeable con cerradura especial y la única llave en manos de su mujer”.

Sigamos con el cuento.

… Sí, puede parecer raro pero ya sabes que en esta casa nada es verdaderamente raro en realidad, atajó Atalayo apelando a su manual personal de respuestas preconcebidas para todas las ocasiones. Esta era una de las de la sección de respuestas de gala.

No Papá, perdóname, pero esto sí que es raro en verdad. En todos los años que tengo viviendo con esta familia jamás Nomeolvides había dejado la casa para nada antes que nadie y mucho menos montando sobre su novio estruendosamente en plena calle y con esa pinta de antro “masoca”… respondió la niña con expresión preocupada.

“¿Masoca? Debe ser un término nuevo de esos mal pronunciados que usan los chamos ahora y debe querer decir alguna cosa referente al maíz. No sé a que viene pero mejor ni pregunto”.

¡Esa Nomeolvides si que tiene bolas de verdad!! ¿cómo se le ocurre salir a todo dar a esta hora? ¡ya me despertó a la bebé, y yo que quería dormir tarde hoy!!. Este fue HD que apareció despeinado, con la pequeña Victory en brazos armando su berrinche matinal.

Detrás venía Electra de bluejeans y camiseta sin mangas calzando sus botas de suelas claveteadas. (“Es que no me acostumbro. Sí es verdad que HD se casó”) Llevaba el cabello recogido en dos crinejas bajas muy apretadas el casco y los guantes ya puestos. Si no hubiera sido porque la ropa le apretaba más de lo que parece resultar cómodo y sensato, y que bajo ella no llevaba lo que se suele llevar debajo (como sea que se llame cuando son de ese tamaño) y que era más bien obviamente protuberante este detalle, se le hubiera podido confundir con algún galo fuerte y pelirrojo, bajo de tórax, natural de Le Conquet, y más o menos del cincuenta y dos A.C.

Ella murmuró algo a modo de saludo, tomó su café negro y sin azúcar en pie, murmuró otra cosa para la despedida y salió rumbo al garaje. Poco después se escuchó el “pof-pof” ensordinado de su Electraglide y se alejó rumbo a su sitio de trabajo… Creo que no había mencionado el oficio de Electra, no, no lo dije… Ella es la jefe de almacén de la funeraria. Es la encargada de recibir las urnas, revisarlas, almacenarlas, actualizar las existencias y todo lo que debe hacer un buen jefe de almacén, según dicta el “programa”.

Trabajaba allí ya antes de que se conocieran Electra y HD. Allí la vio él por vez primera, no pudo evitarlo pues iba a entrar al estacionamiento del personal en una época en la que el portón de entrada estaba funcionando mal y hacía falta la fuerza de un par de porteros gorilones para abrirlo, justo en el momento en el que él llegó y se disponía a bajar del Panhead para abrir la inmensa puerta iba saliendo un camión del almacén y la puerta se abrió ante sus ojos, él entró, salió el camión y se cerró la puerta tras él. “¡Coño, las cosas mejoran, no solo repararon el portón si no que le pusieron motor...” pensaba justo cuando le preguntaron que si por ser hijo de los dueños podía parar su mini moto donde le diera la gana...

… ¿Mini moto? ¿qué demo...?... empezó HD justo para interrumpirse como atragantado al ver pasar a esa montaña de mujer... Como un petrolero navegando al lado de una lanchita deportiva.

Ella pasó junto a él sin siquiera mirarlo muy atareada y atenta a los papeles del embarque que acababa de recibir.

Él intentó buscarla y sacarle conversación pero no la volvió a ver. Fue mucho después de eso que se encontraron en la fiesta en el bar del moto club y sucedió todo lo que ya les conté, y aprovechen la palomita para servirme mas caña porque lo que soy yo ya estoy seco… Y por cierto, sírvale a los anfitriones también, no sea que se me enratonen y les de por irse a casa, miren que tengo los motores a punto…

… Pues bien, les contaba que ya ella (Electra) había trabajado con éxito en una floristería como jefe de despacho. Era la encargada de recibir los pedidos telefónicos (lo hacía muy bien y los clientes quedaban tentados a enviar un ramo de rosas rojas a ella también confundidos por su ronroneo al aparato) pasar los encargos al florista y luego de confeccionados los ramos los enviaba con los mensajeros.

Dejó el oficio porque el florista siempre se quejaba de que con ella ahí obstruyéndole la entrada de la luz natural él no podía trabajar a gusto. Como el sitio que quedaba disponible era dentro de la nevera de las flores y ya hemos dicho que ella no usaba ropa interior esto provocaba los comentarios más desagradables de la clientela femenina por las dimensiones perennes de los pezones de Electra. Se cansó de esto las habladurías, y lo dejó.

Es traductora diplomada, había trabajado en eventos donde esta profesión se ejerce de modo simultáneo con el que habla. También cambió de trabajo por no sé qué asunto de negarse la ONU a agrandar las cabinas de los traductores. Así es la vida: los de arriba no quieren nada con los de abajo…

Fue Somelier… ¿somequé? Hay que ver las pendejadas que usted inventa para venir a escupir aquí, claro, como lo que viene para acá es puro ignorante… No sea tan bruto, coño… Señora Octavia, explíquele a este ceporro lo que es un somelier. De repente y mejora el servicio aquí viendo que hay algo más en la vida que este rancho de muelle tan lejano al mar… Pues sí, señor Santos, un somelier no solo existe, sino que es un especialista en vinos que trabaja en… No, no me diga más, que me basta con que exista…, siga contando y haga como que yo ya me fui… A ver si se va de verdad y esta noche le sale gratis a mis amigos y mecenas aquí presentes… Bueno, si así es la vaina, esta noche invito yo… ¡coño! ¡esa es buena! ¡Traiga entonces el ron del bueno para celebrar!... Está bien, pero siga contando… Les contaba de Electra que trabajo de somelier en un restaurant de mucho lujo pero la clientela tampoco se acostumbraba a recibir las sugerencias de una especie de vikinga achispada. Además se le dificultaba el circular con soltura entre las mesas así como enfundarse dentro del reglamentario traje de etiqueta. Dejó este oficio con pesar y con el récord de recomendaciones impoluto pues jamás recibió queja alguna de ningún cliente. No sabemos si fue por sus aciertos o porque nadie se atrevió nunca a contradecirla.

Junto con una amiga muy emprendedora pusieron una línea caliente de esas que llaman “ochocientos porno”, pero en breve se hartó de lo poco original de las solicitudes masculinas que ya la hacían sentir como quien reza una letanía o un mantra. Mantuvo el negocio mientras reunía la amiga el dinero para comprar su parte del negocio y también dejó esto.

Su propio padre la contrató un tiempo para que le ayudara en la importadora, pero le resultaba incómodo tratar sus negocios turbios bajo la mirada inquisitiva de su hija y esto no era por algún tipo de conflicto moral, la cosa es que siempre le pareció que su hija estaba a punto de darle unos coñazos. Intentó entonces con la finca de ganadería pero las vacas al verla se negaban a dar la leche, los quesos no cuajaban, los vaqueros comenzaban a ir con cuidado y bajaban el rendimiento. Además de que la motocicleta se le ensuciaba mucho en el camino. Dejó esto también.

Luego vio un anuncio en la prensa que solicitaba personal para trabajar en una funeraria y acudió como por no dejar. Allí se entrevistó con el jefe de personal, cargo que desde aquel entonces ya era del hijo de Bola Ocho (Paco Montaño del que hablaremos largamente luego, quién no se graduaba aun de contador público ni mucho menos había hecho sus post-grado aunque ya contaba entre sus amistades con cualquier clase de extorsionadores, recuperadores, aguantadores, falsificadores, abogados y policías por supuesto) Él la entrevistó y le otorgó el cargo de inmediato.

Nunca se supo tampoco si fue por las credenciales presentadas por ella, o porque le amenazó con darle una paliza si no la contrataba. De todos modos ella se desempeñó bien acarreando los cadáveres primero, almacenando urnas después.

Ahora, después de casada con el hijo de los dueños y madre de una heredera del emporio fúnebre había recibido ciertos beneficios como fue el de un horario laboral elástico sin mengua en el salario. Trabajaba desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde hora en la que se iba de vuelta a casa para intentar cuidar un rato a su hija, aunque esto no se le diera muy bien mientras HD salía a su trabajo en el bar.

Él trabajaba de tres de la tarde a diez de la noche, cosa totalmente falsa además, por cierto. Su rutina consistía en abrir el bar, recibir y pagar a los proveedores, seleccionar, contratar y coordinar el personal de mesas, organizar los distintos motivos de las fiestas (ya se sabe: que si la noche de las franelas mojadas, la noche de los pantalones aceitados, la de la guzpatarra motera, y ese tipo de cosas) atendía la caja y las cuentas, el pote común de las propinas, y cuando el sitio estaba muy lleno también la hacía de mesero.

Su plan era el de reunir el dinero suficiente como para abrir su propio bar, porque el espécimen que tenía por jefe, el dueño del bar que era un ser a medio camino entre Willie Nelson y el Manitú, que más daba miedo y asquito que cualquier otra cosa no le producía confianza.

El tipo es una medusa gigante, con cabeza de arpía, piel de serpiente cascabel, aliento de laguna de oxidación, mirada miope, de muy mal vibre, -¡ah! y chaqueta de cuero negro- (Bueno, para que se lo imaginen, agarren a Jabba, el gángster de la guerra de las galaxias, le ponen una peluca de indígena nativo americano con coleta y todo, una chaqueta de flecos, y bigote con perilla a lo general Custer).

El tipo no hablaba, solo hacía señas y emitía unos extraños sonidos cómo de contra enchapado viejo que se va quebrando, los que le entendía lo hacían porque habían bebido lo mismo que él. Ya se podrán imaginar que un personaje como este no es el más indicado para ofrecerle una sociedad mercantil.

Dicen de él que una vez estuvo casado con una cantante de música de protesta, en los tiempos en que el bar estaba nuevo. Que inclusive tuvieron un hijo, o una hija, nadie lo recuerda ya. Pero la cantante era una hippie de buena familia. El padre, de esos que conocen su árbol genealógico más arriba del doble chozno. La madre, de esas que vienen del extranjero, cuyos padres llegaron a estas latitudes huyéndole a las guerras de allá; muy linda, sin un céntimo pero con mucho mundo recorrido, ideas “distintas y brillantes”, todas “brillantes”, de esas que brillan tanto que nadie las puede mirar de frente.

La hija (única) les sale contestataria, izquierdista, autodenominada revolucionaria, casi jacobina, de las que parecen estar molesta con todos todo el tiempo y desaprobar inequívocamente a todo aquel que no coma alfalfa; ella se viste con ropas de reminiscencias hinduistas, se amarra el pelo con sus propias crinejas y una corona de flores, anda con una guitarra debajo de un brazo y el mapire con el incienso debajo del otro, se cambia el nombre que tiene (Susana, o algo así. Sí, Susana Miranda Falkenhagen, la madre es bisnieta del muy célebre) por uno en sánscrito que traduce algo como “Saludo el resplandor del primer lucero de la noche que ilumina tu sonrisa cuando cantan los sapitos del estanque” (pero que en el sánscrito ese suena parecido a “stand-by”, o “sun-bay”), andan cantando por ahí contra todo lo que tenga algún orden en tonalidades menores, pero con acordes de “folk” anglosajón (hay gente así. Palabra) para dar mucho efecto de sensibilidad inclusive arrojó en una época pintura sobre los abrigos de piel; le mete al loco y por llevar la contraria se casa (bueno, no se casó pues no sería acorde con su rebeldía) con este engendro (bueno, primero fue solamente el usual concúbito pero con el tiempo lo legalizó como para no dejar lugar a la duda. Admito que esto de legalizarlo es una mera figura para evitar explicaciones profundas. En realidad fue una ceremonia privada y oficiada por uno de los habituales vestido de anti-sacerdote). Sostiene la situación mientras su ego la obliga y la familia le lleva la contraria pero en lo que se descuidan desaparece ella totalmente de la faz de la tierra para no tener que justificar nada.

Y eso fue lo que le pasó a Pietro Ergastolani, que así se llama el dueño del bar.

Cuentan los viejos del lugar, los que todavía quedan por ahí, que él se vio envuelto en un asunto oscuro del secuestro y muerte de unas quintillizas ninfómanas muy famosas en su época por haber montado el más famoso lupanar del continente (opinión de los conocedores del género, que yo no sé nada del tema) cuyo principal atractivo era el número de Drácula, bueno, del vampiro.

Mire, señor Gustavo, con el mayor de los respetos: si yo estoy brindando las rondas esta noche, lo menos que puede usted es echar el cuento de manera que entendamos todos. Ande, no sea repelente, eche el cuento con palabras normalitas y todo ¿puede?

Bueno, voy a intentar porque la regla de oro es que el que tiene el oro hace las reglas. Pero no se haga muchas ilusiones…

Sí, estaba por contar lo del numerito de circo prostibulario… El asunto consistía en que te metían al cuarto de los espejos en la cama con una de ellas, y en las otras cuatro imágenes faltabas tú... O más asombroso aun, estaba otra persona... Estas quintillizas, junto con el Ergastolani, y algunos más eran seguidores de los escritos del reverendo Crowley y las misas eran celebradas en los sótanos del bar que en aquellos días era el lupanar, con el librito de LeVey por guía (cosa que ignora HD, y que yo no le conté porque nunca me atreví) Las misas las oficiaba cualquiera de los machos presentes y en ellas se desfloraba una virgen.

Por esto les resultaba bien aquello de ser quintillizas, porque así se los cosían por turnos y como quiera que las misas esas se celebraban solo en luna nueva daba chance a que cicatrizaran bien y les volviera a doler y todo no teniendo que desvirgar siempre a la misma… Muy prácticos ellos, así no molestaban a nadie con sus cosas, ya se sabe: vive y deja vivir.

El caso es que una de las quintillizas consiguió un novio respetable que consentía en casarse con ella si esta se dejaba la cosa remendada, ella así lo hizo y desde entonces el negocio fue decayendo... Precisamente, la esposa de Ergastolani escapó después de uno de esos ritos, que ella nunca aprobó, porque no logró imponer la sangre de soya, dicen…, buéh, así es la gente…

Luego vino el terremoto aquel que tumbó la mitad de los edificios de la ciudad cegando la salida del sótano aquel justo a la hora de mayor concurrencia, dejando presos en él a todos los que asistían al evento.

No me quiero imaginar como lo pasaron ahí dentro pues solo tenían para comer los hongos fosforescentes que crecían en las paredes húmedas, el agua que perdía la tubería de las cloacas, la cera de las velas negras, a ellos mismos, y una lámpara de luz ultravioleta.

De allí solo salió Ergastolani (que se sepa) muchos meses después del terremoto. Le recluyeron en un hospital, luego en un psiquiátrico y a la cárcel después. No hubo modo de que respondiera al interrogatorio, nadie pudo entender lo que él decía. En cuanto cumplió su condena (y los cancerberos dieron gracias al altísimo) la cual no fue muy larga porque no se encontraron los cadáveres, regresó al lupanar, burdel, perdón…, lo reconstruyó lo mejor que pudo (no tenía problemas de dinero porque posee un par de puntos en las empresas familiares cuyos estatutos no lo excluían por su condición de ex-presidiario dada la naturaleza de la empresa, la cual era una transnacional de la construcción. Y con la propiedad del inmueble tampoco tuvo problema porque lo primero que hace esta secta al configurarse es que todos sus integrantes redactan testamento a favor de los demás, así que el último que sobrevive queda con todo. Ya se sabe que se puede perder la vida, pero nunca las propiedades) y lo convirtió en el bar que es hoy.

Dicho bar ocupa la planta baja de un pequeño edificio de tres niveles en una zona decadente de la ciudad, digo decadente y es más que solamente una figura: el sitio completo está que se cae, por ahí solo funcionan algunas fabricas de dudosa producción, uno que otro local nocturno de muy alta peligrosidad, una iglesia evangélica del santo primigenio en los días del orto (o un nombre por el estilo), muchos edificios invadidos de indigentes, un estacionamiento público que es más un cementerio a donde van a morir los carros sin amo que nadie reclama y que el encargado ha convertido en su propia empresa de accesorios y repuestos “antiques”.

Hay también casas de pensión para “señores solos y señoritas de muy probada reputación”. En esta zona (que ya deben haber ubicado) está el edificio del que hablamos. En el nivel más alto vive Ergastolani con su gato de angora blanco impoluto y embalsamado, único recuerdo que le quedó de Susana la que brillaba y todo lo demás.

En el del medio funciona una textilera de un judío que hace copias baratas de ropa interior femenina de marca.

En la baja está el bar con sus dependencias y se sospecha que hay un sótano pues cuenta el viejito judío que cuando llega muy temprano en la madrugada a cuadrar las cuentas o a deslomar a las costureras otro poquito se oyen risas y gritos monótonos que nada tienen que ver con los ruido habituales de un bar, más parecen letanías en algún idioma que él no conoce. Claro que él solo sabe de polaco, de inglés, algo de alemán (por un retiro obligatorio que hizo a principio de los años cuarenta) y muy poco de español, lo justo para que no lo jodan con los documentos legales.

Bueno, pero no me voy a largar ahora a hablar del judío este que no tiene nada de interesante ¿hechos más resaltantes tal vez? –Llegó a este país a finales de los años cuarenta ya casado, comenzó comprando y vendiendo camisas que otros hacían hasta llegar a tener toda una cadena de tiendas que poco a poco convirtió en la casa de las pantaletas. Paga el alquiler muy regateado pero puntual; tienen un contrato que lleva años de redactado pero el condenado judío siempre regatea el pago. Tuvo tres hijas todas menudas, pelirrojas, pecosas y esquizofrénicas como suele ocurrir, se fueron a vivir a New York, y por allá se casaron. La esposa de él nunca aprendió a hablar el español pero siempre va al negocio. Una típica familia judía perfectamente disfuncional como corresponde. -En resumen: nada del otro mundo.

Y HD sueña con tener un sitio como este para él solo. Eso pasa por desear algo conociéndolo solo superficialmente. No es que él intuya toda la historia del sitio, pues de hecho no tiene ni idea, y que por esto es que le atrae el sitio. Hemos visto ya que existe gente que prefiere las cosas difíciles, oscuras y complicadas, hay gente así, pero no es este el caso. Ya sabemos que HD es un tipo tranquilo, extrañamente tranquilo. Supongo que si se enterara del bagaje del lugar se tele-transportaría de inmediato a algún confín de la galaxia. En una de estas me animo y hago que se entere para ver qué hace.

Sí, bueno, todo ese enredo del bar está interesante, pero ¿qué fue se Nomeolvides? Lo último que supimos de ella fue que se escapó temprano montada sobre su novio nuevo…

Señora Octavia, usted siempre tan precisa. Es verdad, no hemos hablado de eso pero Creo que seguiremos mañana, porque está como tarde ya ¿no? Además, si abusamos de Don Adoquín es capaz de no brindarnos más nunca…

Está bien. Será hasta mañana…

lunes, 3 de noviembre de 2008

PRECISAMENTE EN ESTE CAPÍTULO, QUE VIENE ENTONCES A SER EL DÉCIMO, NOMEOLVIDES SE SUELTA EL MOÑO.

UNOS YA DUERMEN Y OTROS COMIENZAN A DESPERTAR.

COMENZÓ LA RUMBA.

No pareces muy intranquilo ¿le estabas haciendo caso al señor Gustavo? Porque me parece que las cosas que decía son justamente el tipo de cuento que te echa a perder la vida ¿no?..., bueno, la verdad es que le estaba parando a medias, tú sabes, lo que pasa es que el señor Santos tiene una cajita iluminada con, sí, sí, dos faritos, uno rojo y uno verde, y a que lo relacionaste con puerto…, a ver ¿el santo entraba o salía?..., ¡ah no! No me la calo ¿hasta cuando tú dices lo que yo pienso? Te me pareces en más de un modo a la Bombi del cuento, pero rubia, más bien…, todas la mujeres que lo son sin oponerse resistencia a sí misma se terminan pareciendo a ella por lo menos en algún modo…

¿Por qué tenía que intranquilizarme por lo que decía el señor Gustavo?..., porque tienes dos hijas que en cualquier momento empiezan a atraer muchachos a la casa…, ah, por eso no hay problema, ya compré los cartuchos de escopeta con plomito güirirí para corretearlos…, sí luís…, jajaja…, tú, que eres incapaz de matar una mosca, eso sí, de darle patadas al perro sí, pero de ahí a matar una mosca… Y hasta razón tienes ¡caray! Lo que pasa es que cuando estaba chamo vi, junto con mi hermano, una película relacionada con una mosca y una maquina que teletransportaba o algo así a un científico cuya novia se llamaba CECI, y bueno, se metió una mosca en el momento de la prueba y terminó saliendo una mosca con cara de gente que decía “CECI ayúdame, CECI ayúdame”, y bueno, no te cuento más, pero cada vez que voy a matar una mosca me parece que grita…, y bueno, lo que te dije: no te cuento más…

Las intelectualizaciones de tus manías me matan de risa: di que te dan asco, o que eres incapaz de darle porque eres muy lento…, qué carrizo, di lo que tú quieras, pero no puedes molestarte porque a mí me da risa la vaina… No, si no me molesto. Yo sé que tú sabes, pero ¿no es más divertido así?

En fin: ¿a qué te referías con que debía haberme inquietado con lo que contaba anoche el señor Gustavo?

Nada, esta noche el señor Santos te echa el cuento de lo de la virgen portuaria esa que tiene con balizaje y todo para que te puedas concentrar, y luego le oyes bien lo que sigue a Don Gustavo, perdón, sin don…, jajajaá, y luego hablamos ¿te parece?

Okey… Por cierto que ya debe estar sentado en su silla pegándole gritos al adoquín para que le sirva ron a cuenta mía, pero como yo dejé dicho que si yo no estoy no le despache ni una gota a mis costillas…, luego se emborracha y no nos cuenta nada…, por cierto, aquí está el grabador que me pediste, pero no traje ni las pilas ni la cinta…

Yo las traje, no te preocupes…

¡Respetadísimos señores! ¡señor! ¡señora Octavia! ¡sean bienvenidos a este tugurio en el que no me quieren despachar ron por orden suya! Este negro pajúo ¡perdón señora Octavia! El auquénido pretoriano de los alcoholes de mi alma, no me quiere servir porque usted y que le dijo que no lo hiciera…

Señor Gustavo, no se preocupe, ahora que estamos aquí, bueno, aquí también viene su botella…, lo que pasa es que luego se nos pasa de grado y no le entendemos el cuento, pierde cronología y hoy precisamente la necesitamos con mucho interés, además…

Bueno, mi bella dama, con el perdón de mi señor aquí presente, por ser usted no me disgusto, y siéntense, pónganse cómodos que ya me lanzo con lo que sigue porque aunque el adoquín se auque este no me dio nada, ya yo traía mi carterita bien alojada entre pecho y espalda. Déme que me seco dos vasitos y arranco en fa…

Se acuerdan que Atalayo se ensombreció viendo a su hija saliendo en busca de pelea, o bueno, lo que uno llama pelea para no ahondar en detalles que luego suenan mal y la verdad es que este negro pendejo no logró hacerme arrechar lo suficiente como para que no me importara. La cosa es que llegaron el poco de pelúos en moto y el ruido que producía el ir y venir de los enormes V2 escape libre que se agolpaban frente a la casa de los Paredes Rojas parecía más bien el fragor aumentado del río que desbordaba y rompía un dique de piedras, justo en el momento de hacerlo.

¿El qué? Me sonó a fregadero…, no le entiendo señor Gustavo, hábleme claro…

No, si no es con usted. Ni falta me hace que me entienda…, ¿por qué no me entendió usted hace media hora cuando le rogaba un roncito para calentar motores? Ahora se me jode usted por inteligente…

Le decía que este rugido continuado se detuvo de golpe en el momento en el que Nomeolvides salió de la casa ataviada con toda ley para el caso y se paró encima del antepecho que separaba el jardín de la acera.

¿El ante qué?

¡Que se calle!¡nojoda!¡ya me va a hacer arrechar! De ahora en adelante le hablo lo más raro que pueda para que aprenda a burro…

No se moleste tanto, señor Gustavo, que el señor Santos no me he explicado lo del santo que alumbra ahí, y si lo hace disgustar meno me lo dice, y hasta que no resuelva ese enigma…

¡Cónchale! Mi amor, deja ya la vaina con el santo de Don Santos…

¡Qué don va a ser ese Santos!

Ya, pues, continúe con el cuento, que nos vamos a perder…

Está bien: decía que Nomeolvides salió de la casa ataviada con toda ley para el caso y se paró encima del antepecho que separaba el jardín de la acera… No me interrumpa más ¡carajo!... Se paró ahí arriba y empezó a mirar largamente a cada uno de los que tenían un asiento disponible en sus motos, luego a cada moto en particular sin importarle quién la manejaba. Hubo un silencio total, se pararon los motores, expectativa en el ambiente, bajada teatral, y nuestra heroína –ahora motorizada- se dirigió lentamente hacia una Heritage Softail totalmente bobberizada que, además, no tenía asiento extra disponible. Su desconcertado conductor –un clásico motero de barba y bigote, de greñas revueltas y con cara de venir directamente de la guerra de secesión (del bando sureño, además)- miraba a su entorno y no podía creer que fuera él el elegido..., craso error, la elegida era la moto, no él. Ella se acercó, le pidió con toda naturalidad que desmontara y que le entregara las llaves. Él, totalmente embobado, se bajó, le entregó las llaves y le abrió espacio. Ella pasó la pierna izquierda con toda soltura por encima de la inmensa moto sin importarle para nada la mini falda, tomó el z-bar con fuerza, enderezó la moto y subió el paral, introdujo la llave en su sitio, la giró para energizar el sistema, e hizo algo que dejó asombrado a todos: subió la pierna derecha hasta el pedal del “kick starter” y con un solo movimiento suave pero enérgico puso en marcha el enorme v-twin de 113 pulgadas cúbicas. Los jesse james tronaron como una protesta del Olimpo, ella ocupó el asiento individual, engranó la primera y salió disparada como si la estuviera persiguiendo un escuadrón de vigilantes de tránsito... Todos arrancaron tras ella pero como dos minutos más tarde solo después de haberse repuesto de la impresión… Y si no entendieron nada, por favor, me sirven más ron para irme aclarando…

…Ya sé, usted es mecanico de motos ¿no?

Déjese de estar tirando flechas, que en Africa lo que tiran son lanzas…

No ofenda, señor Gustavo, no ofenda…

Bueno, no me joda… Sigamos con la historia más bien: entre ellos iban los Paredes Pajarés entre sorprendidos y divertidos en motos separadas, porque no habían encontrado la que fuera capaz de llevar a la enorme Electra, a HD, además de su peso propio. Él llevaba una linda Panhead del cincuenta y ocho, suicide clutch, jokey shift, perfectamente entonada y con mínimas modificaciones más allá de los engrosamientos del motor, las ruedas, la bajada de la suspensión, y otros detalles menores como los fat pipes y el manubrio vintage. Ella llevaba –claro- una hermosa y standard Electraglide roja “Shovelhead” con todas sus maletas parabrisas y demás. Muy glamorosa. El único cambio estaba en la amortiguación reforzada.

Iban pues, todos tras su nueva diosa del motor, muy rápido para tratar de recuperar terreno debido al retraso en la salida después de la reposición del asombro. El dueño de la bobber escogida logró, a duras penas, montar con un amigo que tenía puesto disponible. Iba desconsolado y esperanzado a la vez, claro, ustedes saben: ella se llevó mi moto…, tal vez pueda negociar algo al final de la noche…, pobre zoquete…, no entiende nada.

No nosotros tampoco…

…Cállese, coño, que esta historia no es para sus oídos zamarros…

Les digo que en verdad Nomeolvides disfrutaba aquello, la salida teatral le había dado tiempo para agarrarle el golpe a la cosa, rodaba a velocidad moderada –ya lo dije antes en algún momento: unos ochenta kilómetros por hora- escuchando el motor y sintiendo la vibración del cigüeñal. Podía intuir el movimiento de las bielas subiendo y bajando con los pistones, podía ver el vortex de la mezcla que se originaba dentro del carburador equipado con inyector electrónico, podía contar las vueltas que daba el motor, la apertura y cierre de las válvulas, el salto de la chispa en las bujías, el silbido ultrasónico de los frenos de disco de cuatro pistones, el giro de los engranajes dentro de la caja de cambios, el ligerísimo claqueteo de la correa dentada que une el motor con el embrague...

Eso era lo suyo, resulta mejor que el baile, resulta mejor que el improvisado y mal sexo que había medio experimentado hasta entonces: siempre apurado, de mala gana y bajo la batuta de alguien más..., porque sí, mi estimado señor, el promedio en estos países para la iniciación sexual es que jode más baja de la que usted cree…, y si no le parece, converse con su mujer para que vea…

Perdone la interrupción y permita que le siga diciendo…: No, esto habría de exprimirlo al máximo. Entonces decidió que la fiesta sería a solas y bruscamente se desvió saliendo de la autopista por una vía secundaria. No pensó en la temeridad que eso resultaba: una muchacha, sola de noche, en esos parajes poco concurridos, sobre una moto que ni siquiera había visto antes... Pero se desvió y nadie la seguía, ahora tomaría el rumbo del parque de la montaña. No encontró a nadie en la carretera, rodó por la sinuosa vía siempre subiendo lentamente en segunda velocidad a unas dos mil vueltas o tal vez menos, inclinada hacia adelante a causa de la misma pendiente que escalaba con el motor vibrando y percutiendo bajo sus partes…, no las llamaré por su nombre, no se me acaloren…, los enormes pistones golpeaban sordos, el asiento de mullido duro con protuberancia delantera transmitía toda la vibración del motor, la posición que se veía forzada a adoptar con las piernas muy abiertas, adelantadas y el sitio de su anatomía donde recargaba su propio peso hizo que se le fuera acelerando el pulso y la respiración mientras le invadía poco a poco una sensación casi de asfixia y de opresión en la parte baja de la garganta, de ojos húmedos, de labios entreabiertos, de cabello hacia delante, de mirada desenfocada, de gemidos inarticulados, de vaivén de sonrisa y ceño, de rubor de la piel del pecho y las mejillas, una mezcla de vértigo y taquicardia, y con las venas del cuello y la frente brotadas comenzó a desdibujársele la carretera hasta que de pronto estalló en un inverosímil orgasmo que se repetía, y se repetía, y se repetía, y se siguió repitiendo regulado por el puño del acelerador hasta que llegó exhausta al propio parque y pudo parar la moto a duras penas en un sitio resguardado, apagó las luces y el motor, colocó como pudo la moto sobre su paral y se echó al suelo sin mirar mucho dónde caía. Totalmente drenada de energías: agotada.

Sentía como si toda su vida la hubiera pasado en un monasterio de claustro y de pronto la hubieran soltado en medio de Río De Janeiro en las fiestas del cambio de milenio o algo así.

Pensó en el asunto largamente y llegó a la conclusión de que, o los hombres son unos hipócritas, o las mujeres están mejor equipadas para disfrutar una moto de esa. Es que las mujeres son más susceptibles para, entre otras cosas, aprovechar las vibraciones de más o menos baja frecuencia, aplicadas en ciertos puntos claves. Además, si se toma en cuenta la forma del asiento... Y no, no es el famoso mito masculino acerca de los orgasmos múltiples femeninos…, yo solo estoy repitiendo lo que sé, de buena fuente…, pero no vaya a salir corriendo a comprar comida porque mi buena fuente es otra…, y si no me entendió el chiste no vale la pena que le explique tampoco…, mírele la cara de gozón que tiene el adoquincito ese, si pasa la peluquera por ahí este bárbaro no le hace caso a la santa que alumbra con luz de muelle portuario…

Pero déjeme seguir la historia que está en buen momento…

Señor Gustavo, tenga en cuenta que esta vez se ha interrumpido usted solito…

Es verdad, sírvame más ron a ver si hablo mejor: Y en esos pensamientos andaba perdida cuando empezó a sentir un ligero temblor en el suelo bajo ella, luego ese temblor fue creciendo y apareció también el ruido lejano primero, claro después: estaban llegando más motos de esas. La vibración era inconfundible.

¿Pero cómo? ¿serán adivinos? se dijo con cierto fastidio por el corte de nota, como muy bien se podrán imaginar, ya que la vaina se puso buena con la vibración y todo ese peo que ya les conté..., pero bueno, el resto del tropel llegó con rugidos, explosiones, ruido, mucho ruido. Se fueron parando en el claro del parque e iban apagando las motos. Cuando estuvo todo más o menos en silencio, ella se puso de pie lentamente, se alisó la ropa con la mano, se quitó el resto de monte seco que tenía pegado al cuerpo, se arregló un poco el cabello, se quitó algunas hormigas de encima y salió del refugio plantándose frente al grupo que aun no la había localizado.

Pero debe estar por aquí, el GPS, no se equivoca por más de diez metros, y según esto, deberíamos estar parados sobre ella, decía el desconcertado dueño de la bobber mirando algo parecido a un teléfono celular que tenía en la mano.

¡¡ Búscatela en el bolsillo del culo, pajúo!! le gritaba una voz que sonaba como que tenía rato de haber destapado la botella, de un ron mucho mejor que esta agüita tan mala que sirve usted…, pero qué coño vamos a hacer…

Nomeolvides aprovechó la confusión para recuperar la compostura, la fuerza de las piernas y el equilibrio que parecían no querer regresar y entró al grupo saludando a todos con perfecta tranquilidad.

¡¡ Mira payaso agüeboniao, que aquí está la que te trajinó tu moto ¡!! Siguió gritado la misma voz.

¿Dónde está mi moto? Llegó preguntando el pobre despojado con angustia, y lágrimas en los ojos.

Ahí atrás de esa piedra, tonto, y no te preocupes que está completa, solo le falta un poquito de gasolina, le contestó ella con el aire más displicente del que fue capaz. Y qué les puedo decir…, recuerdo una vez que casi me cachan haciendo lo que no debía (pero tenía) con la esposa de mi jefe y la muy…, no, mejor no cuento eso porque no viene al caso...

¿Se refiere al dueño del taller de motos?

Esa estuvo buena, no le voy a replicar porque se lo ganó, pero aproveche la inspiración y sírvame más lavagallos que ya me siento con más ánimo…

Pues sí, el tipo, no muy convencido salió corriendo hacia el sitio que ella le había señalado y allí encontró su moto: parada ahí, como si nada: ¡Aquí estás, que susto me llevé! gritó con emoción ¿pero qué patuque es este que tiene sobre el asiento? ¿qué pegoste resbaloso es este? ¿pero a qué huele?

Nomeolvides azorada le dijo: lo debe haber cagado algún pájaro.

¡No me jodas, que esto huele a cuca! Y me perdona señora Octavia, pero ya llegué a ese punto en el que el pan es pan, el vino es vino, y este ron es una mierda con todas sus letras, tanto, que casi pido un tecito de cola de caballo, porque whisky ¡jamás!

¡Bueno guevón, sería un pájaro hembra! ¿qué? ¿no los hay? le respondió ella tratando de parecer divertida e ingeniosa (con ese ingenio cuasi pindárico producto de la preocupación y que hace que nadie entienda el chiste porque no sale un chiste, si me entiende lo que digo ¿no?)

En eso apareció HD con cara de alarma reclamándole a ella su desaparición. Esto cambió la dirección de las cosas y no se habló más del tema.

Pero le había quedado una sensación de flojedad en las piernas y un cosquilleo para nada habitual entre ellas. Porque este tampoco es ningún mito masculino acerca del orgasmo femenino, sino que me lo han contado de muy buena fuente, y como le dije no salga disparada a hacer compras nerviosas, porque siendo muy buena la fuente, esta es otra. No esa. Pero cómo le decía, no es un mito que una vez probada la miel, se quiera comer más.

Y continúo: el grupo completo resolvió hacer una rueda y sentarse a conversar sin hacer fogatas para no atraer a los guarda parques que tenían fama de abusadores de la peor calaña (como todo guardián que se precie, pero con el perdón de la guardia del muelle que pende sobre nuestras cabezas, y que ustedes ya me entendieron pero por favor no miren para que alguna vez nos aclaren que santo es ese) apagar motos y luces por la misma razón para poder tomarse sus tragos en paz sin intromisiones. Nunca tragos dulces por dos razones: a un verdadero motero no le gusta esa vaina de tragar cosas dulcitas que producen peas locas y encima trancan los motores. La otra es las hormigas, cerros de ellas. Una variedad de la hormiga roja casera que emponzoña con saña ya siendo tan pequeña, pero estas son del tamaño de un bachaco grande, la picada de una sola se puede comparar con la de una abeja karateca que hubiera estado comiendo ají chirel con chiles jalapeños en salmuera directamente de un tazón de C-4… En cantidades suficientes pueden enviarle a uno al hospital y hasta al camposanto si se descuida, pero mientras no haya nada dulce por ahí, no existe mucho peligro.

Alguien sacó un radio FM a pilas porque todavía no existía esa vaina loca que se llama mp3, y algunos se pusieron a bailar.

El baile, tranquilo al principio iba subiendo de temperatura a medida que el alcohol llegaba a las cabezas y otras partes de los reunidos.

Una pareja comenzó con un striptease al ritmo de la versión de Joe Cocker de “Puedes dejarte puesto el sombrero” –clásico, pero inevitable- terminaron consumando aquello ahí mismo, frente a todos, porque no tuvieron la paciencia, el tino y el recato, como para llegarse hasta el lado opuesto de una de las “Night train” que estaban estacionadas allí, y les dio por explayarse a gusto sin nada de intimidad. No tan largamente porque los chillidos y vítores pusieron más que el alcohol y el éxtasis, en más de una presentación. Y bueno, también porque…, ya saben: no fueran a aparecer las hormigas esas.

Al poco rato ya todas las parejas andaban más o menos en lo mismo, y todos los que iban solos, hombres y mujeres, fueron cuadrando sus parejas.

Quedaron unos cuantos hombres solitarios que tuvieron que conformarse con una sesuda y profunda disertación sobre el futuro del motociclismo y de los combustibles fósiles despotricando de los motores de dos tiempos, después de haber sido rechazados de plano por nuestra heroína, quién también andaba sola.

Nomeolvides no podía dejar de pensar en quién había sido su pareja sexual esa noche: ¡una moto! ¡que barbaridad! Pero qué buen polvo aquel, que duro le había dado ¡tendría que repetirlo! Claro, y se dispuso a negociar la moto con el dueño actual.

Habría que afinar estrategias pues su padre, después de haber hecho oficial lo del Mercury no le iba a comprar esa moto.

Sabina, aunque multimillonaria por lo de la venta del software, aun no disponía de ese dinero.

HD y Electra no ganaban lo suficiente como para independizarse del todo, menos aun para prestarle ese dinero.

Mamá, ni hablar, no soltaría ni una moneda para ese tipo de cosas.

Yo no tengo ni un centavo, y la colección de discos no es tan fácil de vender, no con la urgencia que tengo. Se dijo. Así que no me queda otro camino, negociaré de tú a tú con su dueño. No es tan feo. Solo es un poco simple y tal vez desarreglado…, pero se ve que se bañó…, por lo menos esta última semana.

Solo volteó la cabeza y dirigió la mirada hacia donde recordaba haberlo visto antes y se cruzó con la mirada de él. Le hizo un leve gesto con la cabeza y el tipo saltó textualmente llegando a su lado instantáneamente.

Mira, sé que me he portado mal contigo hoy, ni siquiera te he dado las gracias por haberme cedido tu moto esta noche…, empezó ella con leve coquetería…, ni siquiera sé tu nombre.

Coyote, Coyote me dice todo el mundo, bueno, no me llamo así, pero si me dices de otra forma no voy a saber que te diriges a mí. Todo el mundo me dice Coyote…, ya ni recuerdo por qué…, dijo atropelladamente el tercio aludido, y agregó: ni pienses que me disgusté contigo hoy, si parecí un poco brusco es porque no sabía que eras tan buena manejando, y mi moto... bueno mi moto es muy especial, le he trabajado mucho... me preocupé ¿ves?

Naturalmente..., Coyote…, qué más bien te deberías llamar tigre. Lo digo por lo rápido que saltaste hasta mi lado…, dijo ella abriendo mucho los ojos y batiéndose la melena al descuido con más coquetería.
Se movió para quedar de frente a él, y sentados en el suelo, con las piernas cruzadas como estaban, dado lo corto de la falda, el espectáculo que presenciaba el Coyote era de lo más fascinante. Hay que tomar en cuenta que ciertas telas transparentan con la humedad, que en este caso…, perdón, señora Octavia…

…Siga, siga, no ha pasado nada…

Está bien: él, producto tal vez del susto (que tanta mujer de un solo golpe intimida a cualquiera… Pues sí señora, no ponga cara de sorpresa, y si no me cree pregúntele a su marido) comenzó a hablar como loco de todo lo que le había hecho a la moto, de los sitios que había visitado con ella, las concentraciones internacionales que había presenciado, y todos los demás temas de los que hablan los motoristas.

En eso estaba cuando ella súbitamente se puso de pie, se sacudió el trasero con las manos, le dio la espalda y comenzó a caminar hacia la bobber de Coyote. Caminaba lentamente y moviendo conscientemente toda su femenina musculatura. Se detuvo, volteó la cabeza hacia él, le repitió levemente el gesto de cabeza de hace rato, junto con un guiño lento y deliberado, y el brinco que dio él fue mayor esta vez que la anterior. Con dos zancadas salvó la distancia que les separaba y se situó junto a ella expectante. Ella, sin decir nada, reanudó su marcha hasta la moto, se sentó en ella como si pretendiera llevársela y le preguntó suavemente:

¿Me dejarás usarla de nuevo? ¿ocasionalmente tal vez?

¡Claro, cuando quieras! respondió el Coyote con una velocidad que solo la testosterona puede provocar.

¿Ahora mismo me la podría llevar a mi casa si quiero? continuó ella implacable.

Bueno..., sí... Ya comenzaba a dudar nuestro amigo.

¿Palabra? presionaba la recién estrenada vampiresa, mirándole como solo sabe hacerlo una mujer bonita cuando quiere obtener algo difícil de un hombre. Y no me estoy poniendo machista ni nada…, cuando una mujer quiere algo, ni el diablo se lo niega. Yo que se lo digo…

¡Palabra! contestó el Coyote rendido y entregando las llaves de nuevo.

Nomeolvides pensó que no podía ser tan cruel con un tipo tan fácil, que algo debía darle a cambio (pero ¿qué?) y murmuró: Pues lo que todos quieren esta noche.

Sin decir ni media palabra saltó de la moto, se acercó a él que la miraba con cara de haber visto un fantasma, le tomó ambas manos, una se la puso dentro del escote y la otra en la todavía húmeda entrepierna pero no le dejó hacer, antes de que él reaccionara ya le había bajado el cierre del pantalón, le había sacado el tieso miembro, se lo había masajeado un poco, solo un poco y en lo que el Coyote cerró los ojos para disponerse a ver cumplido su sueño Nomeolvides había regresado a la moto, la había arrancado y estaba huyendo ya cuesta abajo de vuelta hacia su casa con una teta todavía fuera de la blusa.

¡Me cago en...!!! fue lo único que atinó a decir el casi muerto Coyote con el que ya saben qué tan tieso que le dolía…, entre la polvareda que levantó la maniobra de arranque de su bobber con muchacha y todo.

Ya iba Nomeolvides encendida cuesta abajo sudando por el esfuerzo de la huída, un poco avergonzada por lo que había escogido que hacer, sabiendo que cada vez tendría que llegar un poco más allá. pero feliz de tener de nuevo entre las piernas a su metálico amante.

Iba desmelenada, con las ropas desordenadas, deseando de nuevo la intimidad, y la alcanzó de nuevo, no tan intensa porque de bajada el motor no vibraría igual..., claro, ustedes saben: la vibración en subida es lenta y forzada, de baja frecuencia pero alto impacto…, en bajada es casi un silbido, pero con su carrasposito que mejor ni les digo…

La vaina fue que regresó a casa del mismo modo en el que se fue, pero no siendo ya la misma.

Metió la bobber dentro del garaje, junto al Mercury y salió de ahí cerrando con el candado otra vez.

Subió a su habitación, se desvistió y se puso a observar sus pantaletas con detenimiento: nunca las había empegostado de esa manera, era excitantemente insalubre aquello ¿cómo haría para que su mamá no se diera cuenta? Tendría que recurrir de nuevo al desorden mental, a los olvidos, a la danza, a la música rara... A la música rara..., si la única música rara que yo quiero oír es la de percusión que proporciona el motorcito ese…, murmuró con un suspiro, y entró a ducharse.

Una ducha tibia y luego fría, un masaje con alguna cremita y a dormir.

En la habitación de al lado, Sabina se extrañaba de algo: falta la música ¿qué habrá pasado? se preguntaba entre sueños y volvió a dormirse.

De lejos se oyeron dos motores que se acercaban, eran HD en su Panhead y Electra en su Electra, que venían ya de regreso. Entraron y se fueron directo a su anexo.

Sabía que los motores influyen en la personalidad de las personas, decía HD, pero ¿te diste cuenta de todo lo que hizo mi hermana hoy?

Sí, sí me di perfecta cuenta, respondió Electra, ya verás que la vida de tu hermana se dividirá en antes y después del Mercury.

¡Coño, es mi hermana y la quiero mucho! Pero lo que le hizo hoy a mi Papá primero, y al Coyote después, no tiene nombre…, seguía HD: al viejo por poco lo mata dos veces, al quitarle el “Low Rider” primero y del susto con el récord que establecieron en la autopista después. Y al Coyote por poco lo mata tres veces: le quita la moto, se pierde con ella (que si no es por el GPS, de verdad se hubiera muerto el Coyote) luego le coquetea, le jala la tripa y se le vuelve a escapar con la moto dejándole a un tris de explotarle los cojones de puras ganas..., y me disculpa de nuevo mi estimada señora aquí presente, pero eso es lo que le pasa a uno cuanto queda a punto de…, bueno, eso, duele…, en fin…

Manipuladora nos resulto la descerebrada de tu hermana…, y yo que pensé que ella era casi autista, salvo muy breves claros de lucidez, claro.

El Coyote va a tener que echarle un camión de bolas para no terminar en este asunto como su tocayo de las comiquitas ¿no?

En eso pensaba…, y ¿a qué terminan de novios?

Coño, no lo creo. A menos de qué Nomeolvides traslade su atracción por la bobber hacia su dueñol.

Mejor vamos a dormir, que mañana hay trabajo…

Ningún mañana: ya es de madrugada.

A todas estas, el coyote regresó a su casa por gentileza de una de las muchachas motorizadas que había accedido a llevarle después de haberse reído mucho rato a expensas de lo que el Coyote había pasado esa noche.

Ella hacía pareja ocasional con uno de los amigos más cercanos del Coyote y eso había propiciado una cierta amistad entre ellos.

El Coyote había tratado de intimar con ella, pero siempre recibía una cariñosa negativa. Ella siempre le decía, que esas vainas no resultaban bien entre amigos, y con eso desarmaba al Coyote.

Dyna, que así se llama la muchacha, sostenía que solo soportaría un cuerno en la vida y que éste ya se lo habían puesto y por esto no enseriaba nada.

Esa noche, después de que finalizara la reunión en el parque, comenzó a bajar entre los últimos y he ahí que encontró al Coyote haciendo auto stop (más bien moto-stop) en medio de esa oscuridad. Ella se detuvo y le preguntó con sorna, pues estaba al tanto de lo sucedido:

Qué ¿te robaron la moto?

Sí, una zorra de tu club se la llevó…, contestó él desanimado…, ¿no sería una de tus discípulas?

Si hubiera sido una de mis discípulas a esta hora no te habrías dado cuenta todavía…, le respondió con maldad.

Mientras, todos los rezagados fueron pasando hasta que quedaron solos.

Cada uno que pasó fue soltando un chiste hasta hacer que a nuestro plantado amigo casi se le saltaran las lágrimas. Se veía realmente deprimido y esto fue lo que decidió a Dyna permitirle al Coyote subirse a su Hugger.

El asiento era un Corbin más bien corto pero suficiente para dos personas, por esto Dyna le dijo: Pana, siéntate lo más atrás que puedas que ya tuve suficiente por hoy. Si te pillo con pegaderas conmigo te bajo de la moto y te abandono donde sea.

Tranquila, que con un desaire por día tengo.

Llegaron a casa de un Coyote muy deprimido y ya la etapa de la rabia había pasado hacía mucho. Solo quedaba en su ánimo, los residuos de las burlas y las mellas provocadas.

Dyna se lo quedó mirando atentamente cuando él la invitó a entrar y solo accedió a hacerlo porque con lo deprimido que se le veía otro desaire lo colocaría al borde del suicidio y la cosa no era para tanto.

Entraron pues a la casa de Coyote y fueron directo a la cocina. Él preparó un gazpacho rápido bien espeso con mucho hielo, y se lo llevaron a la sala para tomarlo con un chorrito de tequila…, no conozco nada mejor en el mundo para matar el ratón antes de que empiece…, dijo.

Se sentaron en el sofá y ella le preguntó los detalles de lo que había sucedido. Él lo soltó todo y ella se divirtió al principio, pero conforme iba adentrándose en la historia, se iba arrechando, hasta casi descontrolarse.

¡Esa loca de la mierda! ¡tan idiota que se ve! decía con rabia para sus adentros ¡Vamos a joderla! ¡se va a tener que arrepentir!

Ya se sabe que hay pocas arrecheras peores que las que agarra una mujer cuando otra se burla de su tonto favorito. Es como penetrar el espacio aéreo de una potencia mundial, aterrizar un Hércules justo en su plaza mayor, y volverlo a sacar antes de que se den cuenta…, publicando luego la noticia en cadena mundial con apoyo audiovisual.

Se dispusieron, entonces a elaborar un plan para inmunizar al Coyote del influjo de Nomeolvides. Bueno, realmente no se dispusieron nada, fue Dyna la que se tomó la responsabilidad del asunto.

Puedo ver que la tipa se antojó de tu moto y que no te dejará en paz hasta que no se le pase el capricho. Y si ella es la mitad de loca de lo que parece esto puede pasar esta noche o dentro de diez años…, deducía Dyna.

Lo primero es pasar tu moto a mi nombre. Dijo ella. Así tu novia nueva no podrá seguir quitándotela.

Si Nomeolvides no me mató, tú si que lo harás. Además, si fuera mi novia no le prestaría la moto…, contestó él, atragantado del susto.

No, que va, te dejo la mía de rehén... ¡machista! A que no te ayudo un carrizo…

Para no salir tan jodido en el cambio me vas a tener que dar en prenda algo más que eso…, decía él con desconfianza, no es que me parezca poca cosa tu Hugger (esta vez deben haber pensado ustedes que Dyna debía, por lógica, tener una Dynaglide, pero no, no le alcanzó el dinero y tuvo quee conformarse) pero tienes que estar de acuerdo conmigo, que entre mi bobber y tu hugger hay un trecho...

Claro que sí. Entre tu moto si la tuvieras, y la mía que ahora sería la tuya, claro que hay una gran diferencia: la mía la tendrías y la tuya tendría yo que recuperarla..., le contestó ella con la más implacable lógica femenina…, además, recuperada tu moto, y vengada la afrenta, hacemos el cambio de nuevo. Te prometo que esa loca no te molestará nunca más.

No me queda otro remedio que confiar en ti, pero cuidado con trampas.

Mira, después de que la moto esté, sin lugar a dudas, a mi nombre, continuó ella sin hacerle caso, iré a reclamar mi vaina y ¡ay de ella! si se pone cómica.

Mientras, vamos a inquietarla un poco. Sin decirle nada de lo planeado, solo que intuya que algo no va del todo como ella cree. Cambiaremos un poco tu estilo, que a ella le gustan los hombres algo menos desarreglados. Te afeitarás todos los días y te vestirás con ropa limpia siempre. Nada de andar con tu grupo de bobos intrascendentes de siempre... Y por favor, bota a la basura esa chaqueta.

¿Qué coño tienen de malo mis amigos? Acuérdate que entre ellos estás tú ¿y mi chaqueta? ¿estás loca del todo?

Yo no cuento para ella, yo soy mujer, y aunque tú no lo notes, ella sí... Y esa chaqueta da asco, francamente.
¡Tú si que tienes riñones de verdad! ¿Qué yo no he notado que eres mujer? Se te va a poner la lengua negra por mentirosa. Además, esta chaqueta es una réplica genuina de la de Marlon Brando...

Sí, si, y de la misma época, y desde entonces no la lavas.

Ella, en medio de sus maquinaciones no se había dado cuenta de que al quitarse la chaqueta la franela de cuello ancho se le había ladeado dejándole al descubierto media teta. Ya en confianza, después del gazpacho, se había desabrochado el pantalón y como no llevaba puesta ropa interior, quedaba al descubierto cierta área levemente velluda que denotaba fuertemente su innegable ser femenino. Para colmo ya se habían descalzado y tumbado cómodamente sobre el sofá quedando realmente cerca uno del otro.

Esto, junto con el recuerdo de lo sucedido más temprano en la noche, hizo que el alma le volviera al cuerpo al Coyote y que la sangre se le juntara toda causando la natural protuberancia en sus pantalones.

Bueno, bueno, tampoco me lo tienes que demostrar de un modo tan gráfico ¿no?

El Coyote, entre apenado y divertido se puso de pie tapándose con un cojín.

¿Tú puedes creer que esa tipa me hiciera eso? ¿que aun me lo sacara de los pantalones, lo agarrara, lo masajeara y lejos de caer en la tentación de darle una probadita, saliera huyendo de esa forma?

Sería precisamente por eso, porque no solo lo vio, sino que hasta lo tocó. Fue por eso que salió corriendo. Eso y que seguramente le llegó el olorcito…

Ya me vas a salir con cuentos. Tú no puedes decir nada, porque de eso no sabes ¿O acaso me espías cuando voy a mear?

Dime de qué alardeas y te diré... menos tonterías y muéstrame a ver si es cierto.

Coyote se quedó dudando unos segundos: “Si se lo muestro, me expongo a más burlas y más desplantes. Si no se lo muestro me expongo a lo mismo”. Pensó.

¡Zás! te lo muestro. Dijo acompañando la acción a la intención.

Y se lo mostró. Se quitó el cojín, se abrió el pantalón, se lo bajó un poco, quedando frente a ella, que estaba sentada.

Ella se sobresaltó un poco, pero como se lo había buscado, adoptó la actitud de quien inspecciona un tomate en busca de magulladuras. Lo agarró con aires de entendida, con cuidado, muy levemente, como el que no se atreve a romper algo muy frági: lo miró de frente, lo ladeó a la izquierda, luego a la derecha, le forzó el prepucio hacia atrás, lo miró más de cerca respirándole encima. Cambió de posición, lo soltó y lo volvió a agarrar con la otra mano. Cambió la mirada hacia arriba buscando los ojos de Coyote. Éste los tenía apretadamente cerrados y le latía una vena en la sien. Ella lo soltó bruscamente. Se separó hacia atrás y esperó a que Coyote volviera a abrir los ojos. Pasó lo que pareció una eternidad, pero al final los abrió.

¿Ves, yo tampoco caí en ninguna tentación?

Pero tampoco saliste corriendo.

Será porque estoy demasiado cansada, nada más por eso…, y ya es hora de que vaya a dormir.

Coyote sintió que se moriría esa noche e hizo algo desesperado: tomó las manos de ella como le hizo Nomeolvides y se las puso, ambas, sobre el que seguía tan tieso como ya era costumbre esa noche.

Ella no opuso mayor resistencia.

Él comenzó a mover sus manos atrás y adelante hasta que ella sostuvo el movimiento. Luego la soltó y la tomó por los hombros haciéndole una ligera presión hacia abajo.

Ella se volvió a sentar de modo que volvió a quedar nivelada, siempre moviendo las manos.

Volvió a buscar la mirada de Coyote y esta vez sí que la consiguió.

Él, en ese momento, empujó con la pelvis hacia delante y ella abrió la boca permitiendo que el movimiento continuara dentro de ella, sin mucho entusiasmo al principio, pero visiblemente en aumento.

No duró mucho: Dyna buscó la mirada de Coyote y no la encontró pues éste había vuelto a cerrar los ojos.

Apenas lo notó, se levantó bruscamente dejando a Coyote a punto de reventar, sin llegar ahí donde este quería llegar.

¿Qué pasó? ¿ah?

No, no, estoy de verdad demasiado cansada. Además, esto no va a resultar. Ya sabes lo que pienso de esto.

El Coyote no lo podía creer, dos veces en una misma noche. Y la segunda vez estuvo tan cerca que ya creía haberlo conseguido.

Bueno, una vez me puse a calibrar la vieja Panhead y me ocurrió lo mismo. Tras un millón de intentos, decidí cambiar de moto…, ya se me ocurrirá algo. Y toma esta cobija para que no te dé frío.

Terminaron de pasar lo que quedaba de la noche sentados en el sofá uno junto al otro sin tocarse, pero arropados con la misma cobija vieja a cuadros de Coyote, sin moverse ni hablar, aunque a nuestro amigo se le escapaba uno que otro gemido y se veía forzado a cambiar de posición con frecuencia.

Cónchale, qué mala suerte la del pana Coyote. Eso le pasa por tener un nombre como ese ¿a quién se le ocurre?

Carajo, menos mal que no iba a dar detalles…

Sí, Gustavo y que iba a hablar para que nadie le entendiera.

Es que parece que ese roncito destraba la lengua de verdad.

Jajajá…, sí, pero mejor vámonos que quién sabe que están haciendo los tres locos aquellos…

Está bien, pero ¿y el santo? ¿cuál santo es?

No se preocupe, mi don, que mañana el adoquín de greda parda este le termina diciendo…, vayan con dios, o con el que prefieran, pero vuelvan mañana porque la historia se pone más rara a partir de aquí…

Bueno, será hasta mañana entonces…

mirones

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Guiñol de la realidad verdadera pero de la que se percibe con el rabito del ojo, porque digamos que es más fácil así evadirse del engaño..., o algo por el estilo.